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Sin embargo, Ameriana se había negado a darle la espalda a la Madre de Atys. Solo necesitaba fortalecer su fe. | Sin embargo, Ameriana se había negado a darle la espalda a la Madre de Atys. Solo necesitaba fortalecer su fe. | ||
| − | Así, cuando un portavoz de Karavan anunció la construcción de un templo en honor a Jena, la hechicera sintió un inmenso alivio. ¡Por fin, una señal de la Diosa! Había llegado el momento de que los fieles se reunieran. Ameriana acudió con entusiasmo al lugar elegido, no lejos de Yrkanis, para ofrecer su ayuda. Cualquiera que fuera la misión que emprendiera, sería un honor para ella aceptarla. Un guerrero | + | Así, cuando un portavoz de Karavan anunció la construcción de un templo en honor a Jena, la hechicera sintió un inmenso alivio. ¡Por fin, una señal de la Diosa! Había llegado el momento de que los fieles se reunieran. Ameriana acudió con entusiasmo al lugar elegido, no lejos de Yrkanis, para ofrecer su ayuda. Cualquiera que fuera la misión que emprendiera, sería un honor para ella aceptarla. Un guerrero karavanero vestido de negro le confió la tarea de proteger a los recolectores. Estos eran responsables de reunir las materias primas que necesitaban los artesanos. Los preciados recursos se habían localizado en islotes lejanos de las [[Tierras Antiguas]], pero la distancia no fue un obstáculo gracias a los poderes de los [[Karavan#La Karavan, los Tecno-sabios|tecno-sabios]]. Ameriana fue así teletransportada al corazón de las [[Dunas Aelius]], a un campamento establecido cerca de los yacimientos. |
El lugar bullía de actividad. Barreras que crepitaban con una energía desconocida protegían las instalaciones. Altas columnas de metal se alzaban como torres de vigilancia, rodeadas de un halo de luz. Varias naves karavanianas flotaban sobre los barracones, siluetas tranquilizadoras contra el sol del atardecer. Soldados armados con picas patrullaban para prevenir cualquier ataque. Grupos de seguidores leales organizaban expediciones. La joven Matis había estado tentada a unirse a uno de ellos, pero finalmente decidió explorar un poco la isla. Abandonó el campamento y se aventuró hacia el oeste, siguiendo el acantilado que bordeaba la región. | El lugar bullía de actividad. Barreras que crepitaban con una energía desconocida protegían las instalaciones. Altas columnas de metal se alzaban como torres de vigilancia, rodeadas de un halo de luz. Varias naves karavanianas flotaban sobre los barracones, siluetas tranquilizadoras contra el sol del atardecer. Soldados armados con picas patrullaban para prevenir cualquier ataque. Grupos de seguidores leales organizaban expediciones. La joven Matis había estado tentada a unirse a uno de ellos, pero finalmente decidió explorar un poco la isla. Abandonó el campamento y se aventuró hacia el oeste, siguiendo el acantilado que bordeaba la región. | ||
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La hechicera estalló en carcajadas. Imitó al Tryker, conjurando una lluvia de chispas del hogar. Afuera, las estrellas parecían brillar con una nueva intensidad. Saludaron la amistad que acababa de nacer. | La hechicera estalló en carcajadas. Imitó al Tryker, conjurando una lluvia de chispas del hogar. Afuera, las estrellas parecían brillar con una nueva intensidad. Saludaron la amistad que acababa de nacer. | ||
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| − | == | + | == Tercera Parte == |
| + | En los meses posteriores a su encuentro, Caugan y Ameriana fueron inseparables. Cuando la Sagrada Karavan puso fin a la prospección en las Dunas de Aelius, exploraron juntos el [[lago Olkern]]. Los recolectores Karavan explotaron los yacimientos en busca de fibras, resina y corteza. Estos materiales eran necesarios para construir los muros de los templos erigidos en honor a Jena. | ||
| − | + | Los enfrentamientos con los Kamistas se volvieron más violentos a medida que avanzaban las obras. Se habían librado varias batallas y la savia de los homins había fluido en abundancia. La época de paz había terminado. | |
| − | + | Los dos amigos libraron muchas batallas, impulsados por una fe que se fortalecía cada día. La muerte parecía perder interés en ellos, prefiriendo dirigir su mirada vacía hacia presas más fáciles. | |
| − | + | Finalmente, los Tecno-sabios anunciaron que el lago Olkern había proporcionado a los campamentos mineros todos los recursos necesarios. Comenzó la etapa final de la prospección en las Tierras Antiguas: los Karavaneros fueron transportados al [[Bosque Almati]], un bosque agreste que ocultaba excepcionales yacimientos en sus profundidades. | |
| − | + | Fue en el corazón de esta región donde la mirada de la Muerte se posó sobre Caugan y Ameriana. | |
| − | + | Las primeras brumas del amanecer tiñeron los árboles con un velo perlado. El pequeño grupo de homins se detuvo en un claro. El mayor de los perforadores llamó al Tryker que los guiaba. | |
| − | + | —"¿Estamos todavía lejos del yacimiento, Maestro Caugan?" | |
| − | + | —"Llegaremos pronto. Cuando lleguemos, tendrán que darse prisa. Parece que un gran grupo de Kamistas fue teletransportado al islote anoche. Sin duda intentarán apoderarse de las fuentes de ámbar estelar." | |
| − | + | —"Haremos todo lo posible". | |
| − | + | Mientras el grupo se preparaba para partir, una esbelta figura apareció entre los árboles. | |
| − | + | —"¡Ameriana! ¿Tienes alguna noticia?" le preguntó Caugan a la hechicera, ofreciéndole un frasco de agua fresca. | |
| − | + | —"¡Sí, la Diosa está con nosotros!", respondió la joven Matis, calmando su sed. "Nuestros enemigos apenas comienzan sus preparativos. Les llevamos varias horas de ventaja." | |
| − | + | —"¡Alabado sea Jena! Partamos sin demora." | |
| − | + | Los Karavaneros se dirigieron hacia el este. Unos instantes después, una sombra grande y brillante entró en el claro. Permaneció inmóvil un instante, como si escuchara los secretos del bosque. Luego abandonó el lugar apresuradamente, dejando profundos surcos en el humus. | |
| − | + | Los manantiales brillaban como perlas vegetales esparcidas por el suelo. Revelados por el polvo de la perforación, parecían latir al ritmo de Atys. Los recolectores extrajeron el ámbar estrellado, que se utilizaría para crear la pieza central del Templo de Jena. | |
| − | + | Mientras los buscadores de oro trabajaban, un puñado de guerreros vigilaban, atentos a cualquier intrusión de los kamistas. | |
| − | + | Caugan se sentó en un tocón, mirando de un árbol a otro. Parecía nervioso. | |
| − | + | —"No has dicho ni una palabra en casi una hora. ¿Pasa algo?", preguntó Ameriana, preocupada. | |
| − | + | —"Tengo un mal presentimiento. Presiento que un ejército entero va a salir del bosque y nos aplastará." | |
| − | + | —"Los seguidores de los demonios no son tan numerosos. Antes de que lleguen, ya nos habremos ido con bolsas llenas de ámbar. Y nosotros..." | |
| − | + | —"¡Shh! ¡Escuchen!"Kitins | |
| − | + | La hechicera aguzó el oído. Ni un sonido. El canto de los pájaros se había silenciado. Todo el bosque parecía contener la respiración. | |
| − | + | Caugan se puso de pie, atento. Frunció el ceño. | |
| − | + | —"Parece..." | |
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| − | Un | + | Un aullido lo interrumpió. Grandes figuras verdes aparecieron entre los helechos y se abalanzaron sobre los homínidos. Como si los árboles hubieran alzado sus raíces para castigar a quienes se atrevieran a perturbar su descanso. |
| − | + | El Tryker saltó hacia adelante, desenvainando sus dos cuchillos. | |
| − | + | —"¡[[Kitin]]s! ¡Kitins!" | |
| − | + | Los grandes [[kirosta]]s barrieron a los perforadores como briznas de paja. Sus afilados dardos atravesaron las armaduras ligeras e inyectaron un veneno que quemó las venas. Protegidos por sus gruesos caparazones, los soldados kitin atacaron las extremidades de los monstruos, chasqueando las mandíbulas rítmicamente para marcar su macabra danza. | |
| − | + | Tras el impacto inicial, los guerreros Karavan reaccionaron. Liderados por Caugan, se interpusieron entre los monstruos y los buscadores. Los sanadores comenzaron sus conjuros. | |
| − | + | Los guerreros buscaron puntos débiles en la armadura de los kirostas. Caugan golpeó implacablemente, las puntas de sus dagas clavándose en cada articulación. | |
| − | Ameriana | + | Ameriana desató la energía de las profundidades sobre las criaturas. Pero los kitins resistieron sus hechizos ácidos. Entonces usó la magia de su pueblo, invocando corrientes venenosas. Un Kirosta finalmente se desplomó, enroscándose en un último espasmo como una mano gigantesca con dedos en forma de gancho. Otro monstruo ocupó su lugar. |
| − | + | Una oleada de terror se apoderó de los corazones de los homins. ¿Morirían todos en ese lugar? | |
| − | + | —"¡Ameriana! ¡Llévense a los cosechadores de aquí!", gritó Caugan, sacando sus dagas del cuerpo de un soldado kitin. "¡No podemos ganar esta batalla! Mi grupo intentará contenerlos el mayor tiempo posible." | |
| − | + | —"¡De ninguna manera, no te abandonaré!" | |
| − | + | —"¡No hay más tiempo para discusiones! El ámbar estelar debe llegar al campamento Karavan. ¡Esa es nuestra misión!" | |
| − | La | + | La joven Matis apretó los dientes. Su amigo tenía razón. Jena le había encomendado una tarea; debía hacer todo lo posible para cumplirla. Caugan se acercó y le tomó la mano. |
| − | + | —"¡Recuerda, la muerte es solo un pasaje! ¡Si no regreso, nos volveremos a encontrar en la luz de Jena!" | |
| − | Ameriana | + | Ameriana no tuvo tiempo de responder. El Tryker ya estaba reuniendo a los últimos combatientes. |
| − | + | —"¡Mostrémosles a estas criaturas cómo mueren los Karavaneros! ¡Por la Diosa!" | |
| − | + | Se lanzó a la lucha, atrayendo la atención de los kirostas. Sus dagas trazaron arcos mortales. Parecía invencible. | |
| − | La | + | La hechicera reunió a los perforadores a toda prisa. Los homins la siguieron, cargados con valiosos recursos, corriendo sin aliento para escapar de los implacables monstruos. Se dirigieron al oeste. |
| − | + | Las lágrimas corrían por las mejillas de Ameriana. La rabia y la desesperación se mezclaban en su corazón. | |
| − | + | Cuando cayó el último guerrero, los soldados rugieron triunfantes. Luego se fundieron con los árboles. | |
| − | + | Pronto, los pájaros volvieron a cantar. | |
| − | + | Las aguas de la bahía de Avendale brillaban a la luz del sol poniente. Ameriana bajó de su [[mektoub]] y lo condujo a los establos de la aldea. Luego caminó hacia los pontones. La brisa crepuscular hizo ondear los estandartes escarlata. Los habitantes del Lago regresaban a casa tras su jornada de trabajo. Algunos viajeros con destino a las [[Lagunas de Loria]] cargaban sus animales de carga. Allí reinaba la paz, lejos del tumulto de la capital tryker. Ameriana preguntó cómo llegar al bar de Naroy Ba'Dardan. | |
| − | + | Durante varios días, la hechicera había perdido la esperanza de volver a ver a Caugan con vida. Tras guiar a los buscadores sanos y salvos al campamento de los Bosques Almati, Ameriana esperó en vano el regreso de su amigo. Partió de nuevo hacia los depósitos de ámbar al frente de un grupo de karavaneros y encontró una de las dagas de los tryker incrustada en el cadáver de un kitin. Ante la ausencia del cuerpo, la joven Matis albergaba la esperanza de que Caugan hubiera sido bendecido por la Diosa y hubiera regresado a Atys mediante el milagro de la resurrección. Viajó a Yrkanis y Fairhaven, pero fue en vano. Nadie parecía haber visto al guerrero con los cuchillos. | |
| − | + | Abrumada por el dolor, Ameriana recordó la noche en que comenzó su amistad con Caugan, la noche en que el Tryker compartió con ella una bebida de su tierra natal. Luego se dirigió a Avendale, al noreste de Aeden Aqueous. Anhelaba volver a probar aquella cerveza de los Lagos, con su amargor suavizado por la miel. Quería recordar. | |
| − | Ameriana | + | Ameriana se acercó a la barra y llamó al camarero. Naroy Ba'Dardan atendió a dos pescadores que jugaban a los dados antes de acercarse a ella. Su cabello, erizado de mechones rubios, enmarcaba un rostro franco y amable. |
| − | + | —"Buenas noches”, dijo la joven Matis cortésmente. “Quiero brindar por la memoria de un amigo fallecido. ¿Podrías traerme un vaso de tu cerveza casera?” | |
| − | + | —"Con gusto. Bienvenida a mi humilde establecimiento, Ameriana.” | |
| − | + | Los ojos de la hechicera se abrieron de par en par, sorprendida. | |
| − | + | —"¿Cómo sabes mi nombre? Nunca había estado aquí.” | |
| − | + | —"El guerrero sentado en la mesa del fondo me dijo que vendrías por aquí”, respondió el camarero, llenando una jarra tallada en una concha. “No es prudente beber solo en una noche tan espléndida. Mira cómo brillan las estrellas esta noche. La cerveza de lago se disfruta mejor entre viejos amigos”. | |
| − | Naroy | + | Naroy señaló con la cabeza una figura sentada al fondo de la sala. Un Tryker de cabello púrpura contemplaba las aguas de la bahía, haciendo malabarismos con un cuchillo. |
| − | + | Al ver a Ameriana, se levantó e hizo una reverencia, juntando las manos. | |
| − | + | —"La estaba esperando, bella dama. ¿Me haría el honor de compartir mi mesa? Juntos, podemos hablar sobre el destino de la humanidad. ¡Quién sabe, quizás podamos disipar las dudas y la oscuridad!” | |
| − | + | Mientras Ameriana corría hacia él, Caugan sonrió como un niño. | |
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Revisión del 15:38 5 dic 2025
Primera parte
La sangre fluía de la profunda herida de Ameriana. Sangre bermellón, manchando la corteza con un tatuaje siniestro. Pero a la joven Matis no le importaba. No sentía dolor. La energía de Atys crepitaba en sus manos. La savia fluía por todo su cuerpo mientras se concentraba, canalizando fuerzas mágicas destructivas. Por primera vez, luchó en nombre de Jena. Y en sus ojos dorados brillaba la luz de la Diosa.
Ameriana había esperado mucho tiempo este día. Desde su llegada a Yrkanis, la capital del reino Matis, había estado atenta a las señales. Señales de Jena, diosa del sol, madre de Atys y de todos los homins. Había buscado en vano un templo donde encontrar consuelo. Los Elegidos de la sagrada Karavan habían intentado disipar sus dudas, sin éxito.
Porque la llama de la fe ardía en lo más profundo de su corazón. ¡Tantos homins ya habían rechazado las enseñanzas de la Diosa! Los bárbaros Fyros, que se adentraron en la Corteza a pesar de las advertencias de Karavan, buscando al Dragón que creían poder vencer en su locura. Los misteriosos Zoraïs, que se escondieron tras sus máscaras para adorar a los demoníacos Kamis. Muchos Trykers, que se extraviaron en nombre de la libertad por caminos ilusorios. Incluso entre los Matis, un pueblo noble, fiel entre los fieles, se extendían discursos sediciosos que exigían el rechazo de los poderes que los habían guiado hasta entonces. La inminencia de una guerra santa aterrorizaba a los homins, y muchos preferían negar lo evidente antes que afrontar la realidad.
Sin embargo, Ameriana se había negado a darle la espalda a la Madre de Atys. Solo necesitaba fortalecer su fe.
Así, cuando un portavoz de Karavan anunció la construcción de un templo en honor a Jena, la hechicera sintió un inmenso alivio. ¡Por fin, una señal de la Diosa! Había llegado el momento de que los fieles se reunieran. Ameriana acudió con entusiasmo al lugar elegido, no lejos de Yrkanis, para ofrecer su ayuda. Cualquiera que fuera la misión que emprendiera, sería un honor para ella aceptarla. Un guerrero karavanero vestido de negro le confió la tarea de proteger a los recolectores. Estos eran responsables de reunir las materias primas que necesitaban los artesanos. Los preciados recursos se habían localizado en islotes lejanos de las Tierras Antiguas, pero la distancia no fue un obstáculo gracias a los poderes de los tecno-sabios. Ameriana fue así teletransportada al corazón de las Dunas Aelius, a un campamento establecido cerca de los yacimientos.
El lugar bullía de actividad. Barreras que crepitaban con una energía desconocida protegían las instalaciones. Altas columnas de metal se alzaban como torres de vigilancia, rodeadas de un halo de luz. Varias naves karavanianas flotaban sobre los barracones, siluetas tranquilizadoras contra el sol del atardecer. Soldados armados con picas patrullaban para prevenir cualquier ataque. Grupos de seguidores leales organizaban expediciones. La joven Matis había estado tentada a unirse a uno de ellos, pero finalmente decidió explorar un poco la isla. Abandonó el campamento y se aventuró hacia el oeste, siguiendo el acantilado que bordeaba la región.
Un viento fuerte comenzó a soplar, esculpiendo las dunas de aserrín con sus corrientes abrasadoras. Traía consigo los sonidos de la batalla. Ameriana miró a lo lejos y vio luces. Figuras corrían en todas direcciones. ¡Los recolectores y sus protectores estaban bajo ataque enemigo! Los kamistas Fyros intentaban saquear los depósitos en nombre de sus amos. Imitando a los Karavan, los Kamis habían decidido construir santuarios simulados en honor a su líder. Ameriana se lanzó entonces a la batalla sin dudarlo, impulsada por un feroz deseo de defender la causa de la Diosa.
La hechicera logró completar su conjuro a pesar de los golpes de su agresor. El Fyros, de pelo alborotado, gritó de dolor mientras nubes de ácido lo golpeaban con toda su fuerza, devorando con avidez su carne. A pesar de la grave herida que le había infligido a la joven Matis, comprendió que había perdido el factor sorpresa. Ameriana percibió su vacilación e invocó los elementos una vez más. El bárbaro blandió su hacha hendida e intentó un poderoso tajo para romper la concentración de su enemigo, pero ya era demasiado tarde. Amplificada por los guantes que cubrían las manos de la hechicera, la energía de las profundidades de Atys se derramó sobre él. Se desplomó con un gemido y cayó inconsciente. Ameriana permaneció vigilante, temiendo la intervención de un sanador kamista. Pero pronto, el cuerpo del Fyros se desvaneció. Los demonios se lo habían llevado a su morada infernal para resucitarlo y ofrecerle una nueva vida de servidumbre.
La joven Matis miró a su alrededor. Los seguidores de los Kami parecían retirarse. Muchos homíns aún yacían en las hondonadas de las dunas, testimonio de la ferocidad de la batalla. Ameriana examinó brevemente su herida. La hemorragia finalmente se había detenido. La hechicera agradeció a Jena su protección y atendió rápidamente su herida. Un gran orgullo la llenó. Al vencer a su enemigo, había demostrado ser digna de la Diosa.
De repente, se oyó un crujido. Ameriana sintió que su largo cabello negro se erizaba. Un olor acre inundó su nariz. Antes de que pudiera reaccionar, un rayo la impactó con toda su fuerza.
Aturdida, la joven Matis casi cayó al suelo. Un Zorai la observaba impasible, con su máscara adornada con cuatro cuernos amenazantes. Chispas se arremolinaban alrededor de sus manos enguantadas.
La batalla no había terminado.
Segunda parte
Ameriana se concentró. La hechicera sabía que su oponente le daría poco tiempo para reaccionar. Frente a ella, el elementalista Zorai entró en trance, elevándose en el aire con la gracia de un bailarín. Giró, se enroscó y se soltó repentinamente para desatar un hechizo. La joven Matis sintió una oleada de entumecimiento que la invadió. Su conjuro se había roto. Invocando las fuerzas místicas de los Lagos[1], el Zorai había tejido un lazo aturdidor.
Ameriana estaba atrapada en la red de su enemigo como una mariposa en pánico. ¡Estaba a su merced! Un terror intenso la abrumaba.
El hechicero kamista se preparó para invocar un rayo[2] por segunda vez. Impotente, la hechicera pudo ver la cruel sonrisa tras la pálida máscara.
El Zorai levantó los brazos. De repente, gritó de dolor. Una figura saltó detrás de él y trazó dos líneas sangrientas en su espalda, rompiendo su concentración. Se giró. Las dagas del Tryker le cortaron las costillas. El rostro sardónico de un Tryker se vislumbraba tras la danza incesante de dos dagas. El hechicero intentó invocar los elementalos[3], pero su oponente era demasiado rápido. Los repetidos golpes y el dolor abrasador hicieron imposible cualquier conjuro.
La cadena de aturdimiento se disipó. Ameriana recobró el sentido, agradeciendo a Jena. Canalizó las fuerzas de las profundidades. Un proyectil ácido[4] se precipitó hacia el Zoraï. El Kamista intentó huir, pero ya era demasiado tarde. Se desplomó bajo la embestida combinada de espadas y magia.
El Tryker manejaba hábilmente sus cuchillos.
—"Me tomé la libertad de interrumpir sus conversaciones con el sin rostro, bella dama. Espero que perdone esta intrusión. Pero parecía que se le estaban agotando los argumentos en la discusión."
Estalló en carcajadas. Ameriana sintió que el rubor subía a sus mejillas.
—"No le veo lo chistoso a esta situación", replicó con brusquedad. "¡Casi pierdo la vida!"
—"Vamos, la muerte no es más que un pasaje, un doloroso interludio en la gloriosa historia de tu destino. Y el regazo de la Diosa es un lugar bastante acogedor..."
La hechicera frunció el ceño. ¡Este Tryker era tan descarado! Estaba a punto de responder, pero el malabarista de cuchillos empezó a alejarse.
—"¡Seguiremos con esta conversación más tarde! Los perforadores necesitan nuestra protección, si no, el trabajo no avanzará. Ven a verme al campamento al anochecer, con buenas intenciones, por supuesto. ¡Intentaré no aturdirte como ese loco de Zoraï!"
Con estas últimas palabras, desapareció tras una duna. Ameriana buscó el cuerpo del hechicero kamista, pero sus impíos amos ya lo habían invocado.
Un grupo de recolectores karavanos se acercaba en busca de madera y resina. La hechicera se acercó a ellos para ofrecerles su ayuda. Miró hacia atrás. No había señales de que hubiera habido una pelea momentos antes, y de que casi la hubieran matado.
Ni siquiera sabía el nombre del homín que le había salvado la vida.
—"¿Caugan el Fyleriano? Levantó su tienda al norte del campamento, cerca de las barreras de energía."
Ameriana dio las gracias al guardia y se acercó a las yurtas. Las estrellas salpicaban el cielo nocturno como hilos dorados sobre un brocado negro. No había sido difícil descubrir el nombre del Tryker. Su reputación de guerrero feroz lo precedía. Había sido uno de los primeros guerreros karavanos en apoyar el proyecto del templo de Jena. Partió hacia las Dunas de Aelius y puso sus dagas al servicio de la Diosa. Ameriana creía que su encuentro con el Tryker no había sido casual.
Las chispas centelleaban como luciérnagas sobre las fogatas. Los homíns charlaban, calentándose junto a las llamas, bebiendo grandes tragos de vino de diente de león. La mayoría provenía de los Bosques o de los Lagos, pero entre ellos había algunos Fyros, seguidores de Jena, acurrucados con sus armaduras kostom tradicionales, abrasados por el sol del desierto. Parecían prepararse para una expedición. La noche estaba tranquila, pero la hechicera sabía que esa calma era engañosa.
La cortina de la tienda se descorrió, revelando la silueta de un Tryker sentado con las piernas cruzadas ante una jaula de fuego. Parecía estar examinando un cubo de ámbar amarillo.
—"¿Puedo entrar, Maestro Caugan?"
Ameriana usó un tono deferente, uno que no solía emplear al dirigirse a homínidos que no fueran de la savia matis. Pero era consciente de que hablaba con alguien valioso, con quien se sentía en deuda.
—"¡Vaya, vaya, es nuestro joven adepto arcano! No te esperaba. Acércate, no tengas miedo, ¡soy tan gentil como un gnoof!
La hechicera se puso rígida. Caugan sin duda tenía un don para irritarla.
—“No he sido un novato en muchos ciclos. Ese Zorai me atacó por sorpresa, y muy bien podría haber…”
—“No quise ofenderla, Dama Ameriana de las Alturas Verdes. Siéntese y comparta conmigo unos sorbos de cerveza del Lago. Un toque de miel suaviza su amargor.”
Caugan se levantó e hizo una reverencia, invitando a Ameriana a sentarse en un cojín de tela. Los dos homins se acomodaron junto al fuego. El guerrero tomó una jarra y llenó dos copas con un líquido azulado.
—“Esta cerveza la elabora mi amigo Naroy, que regenta un bar en Avendale. ¡Es una de las mejores de todo Aeden Aqueous! Su color tan distintivo proviene de una mezcla secreta de bayas y algas.”
La joven Matis tímidamente hundió los labios en la copa de madera.
—“Estaba leyendo un cubo de ámbar que me dio el mayordomo de Fairhaven”, continuó Caugan. “Revela algunas cosas interesantes sobre el origen de nuestra moneda…”
—“Vine a agradecerle su intervención esta tarde. Su ayuda fue invaluable.”
Ameriana miró al Tryker directamente a los ojos. Esperaba una mueca de desprecio, pero Caugan no era un homínido predecible. Juntó las manos, haciendo una reverencia al estilo de los nobles Matis.
—“Es la Diosa quien quiso que nuestros caminos se cruzaran, bella Dama. Estoy a su servicio, y también al suyo.”
Fue Ameriana quien sonrió. Observó a su anfitrión con más atención. Mechones de cabello púrpura caían sobre su frente, dándole un aire combativo. Sus ojos verdes eran pequeños para un Tryker. Sus mejillas llenas estaban adornadas con un tatuaje verde y rojo, que imitaba un camino sinuoso.
Pasaron unos minutos, interrumpidos por el crepitar de la chimenea. Caugan avivó las brasas y volvió a hablar.
—"Aún no hemos terminado nuestra conversación anterior. Permíteme hacerte una pregunta personal, Dama Ameriana. ¿Alguna vez has sentido el aliento de la muerte sobre ti?"
La hechicera bajó la mirada.
—"Jena no creyó oportuno llamarme." Ameriana levantó la cabeza para encontrarse con la mirada de la guerrera. "...y por eso le doy las gracias. Porque a veces temo no estar a la altura de la tarea y no regresar de la oscuridad a la que la muerte me enviará."
Caugan hizo girar su copa entre las manos, pensativo.
—"Es natural temer a lo desconocido. Pero tú no tienes nada que temer. La fuerza de tu fe te traerá de vuelta a Atys. La Diosa nos ha asignado un tiempo, y el tuyo aún no ha transcurrido. Estoy convencido de ello."
—"Ojalá tuviera tu certeza", respondió Ameriana con tristeza. “Hoy derroté a un Fyros. Un kamista, un seguidor de demonios. Al luchar contra él, sentí una inmensa euforia, como si me bañara la luz de Jena. Pero esa luz se ha desvanecido. Temo lo que me depara el futuro…”
El Tryker vació su copa de un trago. Su rostro estaba iluminado por las llamas y sus ojos brillaban como soles.
—"Solo los Poderosos conocen nuestro futuro. En cuanto al pasado, reside en los muertos. Nuestro dominio es el presente. Nos pertenece solo a nosotros; nunca lo olviden.”
Caugan sonrió y arrojó su copa a la jaula de fuego. Invitó a Ameriana a hacer lo mismo.
—"Así, las dudas y la oscuridad se desvanecen. ¡En las fauces de una bestia domada por homins!”
La hechicera estalló en carcajadas. Imitó al Tryker, conjurando una lluvia de chispas del hogar. Afuera, las estrellas parecían brillar con una nueva intensidad. Saludaron la amistad que acababa de nacer.
Tercera Parte
En los meses posteriores a su encuentro, Caugan y Ameriana fueron inseparables. Cuando la Sagrada Karavan puso fin a la prospección en las Dunas de Aelius, exploraron juntos el lago Olkern. Los recolectores Karavan explotaron los yacimientos en busca de fibras, resina y corteza. Estos materiales eran necesarios para construir los muros de los templos erigidos en honor a Jena.
Los enfrentamientos con los Kamistas se volvieron más violentos a medida que avanzaban las obras. Se habían librado varias batallas y la savia de los homins había fluido en abundancia. La época de paz había terminado.
Los dos amigos libraron muchas batallas, impulsados por una fe que se fortalecía cada día. La muerte parecía perder interés en ellos, prefiriendo dirigir su mirada vacía hacia presas más fáciles.
Finalmente, los Tecno-sabios anunciaron que el lago Olkern había proporcionado a los campamentos mineros todos los recursos necesarios. Comenzó la etapa final de la prospección en las Tierras Antiguas: los Karavaneros fueron transportados al Bosque Almati, un bosque agreste que ocultaba excepcionales yacimientos en sus profundidades.
Fue en el corazón de esta región donde la mirada de la Muerte se posó sobre Caugan y Ameriana.
Las primeras brumas del amanecer tiñeron los árboles con un velo perlado. El pequeño grupo de homins se detuvo en un claro. El mayor de los perforadores llamó al Tryker que los guiaba.
—"¿Estamos todavía lejos del yacimiento, Maestro Caugan?"
—"Llegaremos pronto. Cuando lleguemos, tendrán que darse prisa. Parece que un gran grupo de Kamistas fue teletransportado al islote anoche. Sin duda intentarán apoderarse de las fuentes de ámbar estelar."
—"Haremos todo lo posible".
Mientras el grupo se preparaba para partir, una esbelta figura apareció entre los árboles.
—"¡Ameriana! ¿Tienes alguna noticia?" le preguntó Caugan a la hechicera, ofreciéndole un frasco de agua fresca.
—"¡Sí, la Diosa está con nosotros!", respondió la joven Matis, calmando su sed. "Nuestros enemigos apenas comienzan sus preparativos. Les llevamos varias horas de ventaja."
—"¡Alabado sea Jena! Partamos sin demora."
Los Karavaneros se dirigieron hacia el este. Unos instantes después, una sombra grande y brillante entró en el claro. Permaneció inmóvil un instante, como si escuchara los secretos del bosque. Luego abandonó el lugar apresuradamente, dejando profundos surcos en el humus.
Los manantiales brillaban como perlas vegetales esparcidas por el suelo. Revelados por el polvo de la perforación, parecían latir al ritmo de Atys. Los recolectores extrajeron el ámbar estrellado, que se utilizaría para crear la pieza central del Templo de Jena.
Mientras los buscadores de oro trabajaban, un puñado de guerreros vigilaban, atentos a cualquier intrusión de los kamistas.
Caugan se sentó en un tocón, mirando de un árbol a otro. Parecía nervioso.
—"No has dicho ni una palabra en casi una hora. ¿Pasa algo?", preguntó Ameriana, preocupada.
—"Tengo un mal presentimiento. Presiento que un ejército entero va a salir del bosque y nos aplastará."
—"Los seguidores de los demonios no son tan numerosos. Antes de que lleguen, ya nos habremos ido con bolsas llenas de ámbar. Y nosotros..."
—"¡Shh! ¡Escuchen!"Kitins
La hechicera aguzó el oído. Ni un sonido. El canto de los pájaros se había silenciado. Todo el bosque parecía contener la respiración.
Caugan se puso de pie, atento. Frunció el ceño.
—"Parece..."
Un aullido lo interrumpió. Grandes figuras verdes aparecieron entre los helechos y se abalanzaron sobre los homínidos. Como si los árboles hubieran alzado sus raíces para castigar a quienes se atrevieran a perturbar su descanso.
El Tryker saltó hacia adelante, desenvainando sus dos cuchillos.
—"¡Kitins! ¡Kitins!"
Los grandes kirostas barrieron a los perforadores como briznas de paja. Sus afilados dardos atravesaron las armaduras ligeras e inyectaron un veneno que quemó las venas. Protegidos por sus gruesos caparazones, los soldados kitin atacaron las extremidades de los monstruos, chasqueando las mandíbulas rítmicamente para marcar su macabra danza.
Tras el impacto inicial, los guerreros Karavan reaccionaron. Liderados por Caugan, se interpusieron entre los monstruos y los buscadores. Los sanadores comenzaron sus conjuros.
Los guerreros buscaron puntos débiles en la armadura de los kirostas. Caugan golpeó implacablemente, las puntas de sus dagas clavándose en cada articulación.
Ameriana desató la energía de las profundidades sobre las criaturas. Pero los kitins resistieron sus hechizos ácidos. Entonces usó la magia de su pueblo, invocando corrientes venenosas. Un Kirosta finalmente se desplomó, enroscándose en un último espasmo como una mano gigantesca con dedos en forma de gancho. Otro monstruo ocupó su lugar.
Una oleada de terror se apoderó de los corazones de los homins. ¿Morirían todos en ese lugar?
—"¡Ameriana! ¡Llévense a los cosechadores de aquí!", gritó Caugan, sacando sus dagas del cuerpo de un soldado kitin. "¡No podemos ganar esta batalla! Mi grupo intentará contenerlos el mayor tiempo posible."
—"¡De ninguna manera, no te abandonaré!"
—"¡No hay más tiempo para discusiones! El ámbar estelar debe llegar al campamento Karavan. ¡Esa es nuestra misión!"
La joven Matis apretó los dientes. Su amigo tenía razón. Jena le había encomendado una tarea; debía hacer todo lo posible para cumplirla. Caugan se acercó y le tomó la mano.
—"¡Recuerda, la muerte es solo un pasaje! ¡Si no regreso, nos volveremos a encontrar en la luz de Jena!"
Ameriana no tuvo tiempo de responder. El Tryker ya estaba reuniendo a los últimos combatientes.
—"¡Mostrémosles a estas criaturas cómo mueren los Karavaneros! ¡Por la Diosa!"
Se lanzó a la lucha, atrayendo la atención de los kirostas. Sus dagas trazaron arcos mortales. Parecía invencible.
La hechicera reunió a los perforadores a toda prisa. Los homins la siguieron, cargados con valiosos recursos, corriendo sin aliento para escapar de los implacables monstruos. Se dirigieron al oeste.
Las lágrimas corrían por las mejillas de Ameriana. La rabia y la desesperación se mezclaban en su corazón.
Cuando cayó el último guerrero, los soldados rugieron triunfantes. Luego se fundieron con los árboles.
Pronto, los pájaros volvieron a cantar.
Las aguas de la bahía de Avendale brillaban a la luz del sol poniente. Ameriana bajó de su mektoub y lo condujo a los establos de la aldea. Luego caminó hacia los pontones. La brisa crepuscular hizo ondear los estandartes escarlata. Los habitantes del Lago regresaban a casa tras su jornada de trabajo. Algunos viajeros con destino a las Lagunas de Loria cargaban sus animales de carga. Allí reinaba la paz, lejos del tumulto de la capital tryker. Ameriana preguntó cómo llegar al bar de Naroy Ba'Dardan.
Durante varios días, la hechicera había perdido la esperanza de volver a ver a Caugan con vida. Tras guiar a los buscadores sanos y salvos al campamento de los Bosques Almati, Ameriana esperó en vano el regreso de su amigo. Partió de nuevo hacia los depósitos de ámbar al frente de un grupo de karavaneros y encontró una de las dagas de los tryker incrustada en el cadáver de un kitin. Ante la ausencia del cuerpo, la joven Matis albergaba la esperanza de que Caugan hubiera sido bendecido por la Diosa y hubiera regresado a Atys mediante el milagro de la resurrección. Viajó a Yrkanis y Fairhaven, pero fue en vano. Nadie parecía haber visto al guerrero con los cuchillos.
Abrumada por el dolor, Ameriana recordó la noche en que comenzó su amistad con Caugan, la noche en que el Tryker compartió con ella una bebida de su tierra natal. Luego se dirigió a Avendale, al noreste de Aeden Aqueous. Anhelaba volver a probar aquella cerveza de los Lagos, con su amargor suavizado por la miel. Quería recordar.
Ameriana se acercó a la barra y llamó al camarero. Naroy Ba'Dardan atendió a dos pescadores que jugaban a los dados antes de acercarse a ella. Su cabello, erizado de mechones rubios, enmarcaba un rostro franco y amable.
—"Buenas noches”, dijo la joven Matis cortésmente. “Quiero brindar por la memoria de un amigo fallecido. ¿Podrías traerme un vaso de tu cerveza casera?”
—"Con gusto. Bienvenida a mi humilde establecimiento, Ameriana.”
Los ojos de la hechicera se abrieron de par en par, sorprendida.
—"¿Cómo sabes mi nombre? Nunca había estado aquí.”
—"El guerrero sentado en la mesa del fondo me dijo que vendrías por aquí”, respondió el camarero, llenando una jarra tallada en una concha. “No es prudente beber solo en una noche tan espléndida. Mira cómo brillan las estrellas esta noche. La cerveza de lago se disfruta mejor entre viejos amigos”.
Naroy señaló con la cabeza una figura sentada al fondo de la sala. Un Tryker de cabello púrpura contemplaba las aguas de la bahía, haciendo malabarismos con un cuchillo.
Al ver a Ameriana, se levantó e hizo una reverencia, juntando las manos.
—"La estaba esperando, bella dama. ¿Me haría el honor de compartir mi mesa? Juntos, podemos hablar sobre el destino de la humanidad. ¡Quién sabe, quizás podamos disipar las dudas y la oscuridad!”
Mientras Ameriana corría hacia él, Caugan sonrió como un niño.
Véase también
Notas
- ↑ Magia típicamente tryker, Magia ofensiva#Sortilegio de onda de choque
- ↑ Magia típicamente zoraï, Magia ofensiva#Sortilegio de electricidad
- ↑ Magias ofensivas Magia ofensiva#Magia elemental
- ↑ Magia típicamente matis Magia ofensiva#Magia elemental
Antes del Gran Enjambre
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| Fuego de Coriolis
La juventud de Loria • La fiebre del descubrimiento • El asedio de Karavia • La Compañía de Loria • La Liberación de los Trykers • El asesinato de Loria |
Las Crónicas del Gran Enjambre - De 2481 a 2484
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| La masacre y la huida
Una historia de Kitin • Cuando los Muros se Derrumban • Mi Guardián de la Karavan • La Canción de los Kitins El regreso de la esperanza |
Las Crónicas del Nuevo Comienzo - Desde 2485 hasta 2525
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