De EnciclopAtys
“Alervinda fue una cazadora, igual que su padres, sus abuelos y ancestros antes que ellos. Ella creció con la necesidad de matar pero, además, con una reverencia casi ilimitada por la vida, basada en el conocimiento de la muerte. Ella nunca mataría a un animal sin una buena razón, nunca destruiría una vida por diversión… esa era su modo de vida y el que ella deseaba vivir en los años por venir.
Ahora, sin embargo, había una tarea que le fue designado hacer… y la idea de cumplirla le pesaba en el corazón. Ella fue encargada de matar al Ocyx Azul, y a Ma-Duk, sin más razón que la orden de una vieja bruja. De hecho, el Ocyx era agresivo y así enemigo de la hominidad, pero ellos nunca habían atacado a los Homins que se mantuvieran fuera de las áreas de dominio de la manada.
Por más de tres horas, ella estuvo sentada en el Cañón donde ella pretendía conjurar al Ocyx, que era un espíritu poderoso. El cuerno con sutiles diseños estaba en sus manos. En más de una ocasión ella realmente lo había puesto en sus labios, pero algo le impedía hacer el llamado. Eran las historias que su abuela le había contado acerca del Ocyx Azul, el Señor de los Ocyx de Atys, con una piel azul como los lagos del Aeden… en el calor, el viento susurraba, ¿o habrá sido la voz misma de Ma-Duk?
Ella se paró, abrió su bolsa y arrojó un trozo de pan a su Yubo, el cual estaba sentado pacientemente a su lado.
De repente ella oyó el ronco ladrido de un gingo… y tan pronto como ella miró al norte ella vió a una joven cazadora Fyros junto con un igualmente joven y torpe Ocyx, luchando contra cuatro gingos.
En un instante ella se dió cuenta que ambos estaban en una situación desesperada. Ella dudó solo un segundo y al siguiente ella estaba corriendo hacia la lucha, y comandando a su yubo para que se uniera en el ataque la gingo más fuerte. Fue una lucha corta, y limpia.
La joven Fyros solo fue herida ligeramente pero en su brazos ella abrazaba al Ocyx moribundo. Alervinda se agachó, y dijo a la chica que el Ocyx está más allá de cualquier ayuda, pero la Fyros, con lágrimas en sus ojos, no escuchaba, sólo gritaba un nombre una y otra vez mientras acaricia el pelaje manchado de sangre de su Ocyx. Viendo el amor y profunda devoción demostrada, Alervinda tomó una decisión. Ella puso sus manos en los hombros de la chica, haciendo que ella se levante con una mirada intrigada. Ella apuntó hacia la manada de Ocyx, que andaban bajo el sol del atardecer, y lanzando una mirada alentadora a la Fyros, se llevó el cuerno de Ma-Duk a los labios…
De las sombras del Cañón, majestuoso y de digna apariencia, vino el gigante Ocyx Azul. Con gracia el se inclinó ante Alervinda antes de encarar a la joven cazadora Fyros.
− Tú, pequeña, has luchado bien y perdido a tu compañero. Desde ahora serás conocida como aquella que está bajo mi protección y nunca más lucharás sola.
Luego, viendo otra vez a Alervinda:
− Cazadora, has demostrado gran sabiduría. Con mi muerte no habrías servido a nadie más que a esa vieja Homina, que nunca tuvo intención de nada bueno. La muerte y la destrucción habrían llegado al Desierto Ardiente como ya ocurrió antes. Pero ahora te serviré y ayudaré en la lucha contra el mal. Pero ten en cuenta: Nunca yo te ayudaré contra mi propio linaje si ellos son atacados sin razón. Entonces mi protección a tu pueblo pasará y cambiará a odio y venganza, y tu estarás de hecho condenada.
El pareció encogerse y hacerse más pálido y una sombra voló hacia la joven Fyros, envolviéndola completamente. Parada en el lugar, Alervinda se había limitado a mirar sin palabras, pero ahora ella miraba con atención a la cazadora bajo una nueva luz. Ella había después de todo venido a través de este abominable cañón sin ser desafiada. ¿Por qué Alervinda no había notado aquellos brillantes ojos azules? Pensando en ello, giró el cuerno en sus manos. Entonces, una sonrisa apareció en su rostro y reverenció a la pequeña cazadora.— anónimo.