Diferencia entre revisiones de «El caso Mektoub»

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Después de unas horas, el clima volvió a ser benigno y todos pudieron regresar al aire libre, renovados. Empezaba a anochecer cuando una repentina conmoción sacudió la capital. ¡Un mozo de cuadra se quejaba de que le habían robado sus mektoubs durante la tormenta! El caso mektoubs acababa de comenzar.
 
Después de unas horas, el clima volvió a ser benigno y todos pudieron regresar al aire libre, renovados. Empezaba a anochecer cuando una repentina conmoción sacudió la capital. ¡Un mozo de cuadra se quejaba de que le habían robado sus mektoubs durante la tormenta! El caso mektoubs acababa de comenzar.
 
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Poco a poco, todos los aspirantes del vecindario se agregaron alrededor del establo. Impulsados ​​por una curiosidad desbordante, escrutaban los rostros de los presentes en busca de un posible culpable. El mozo de cuadra gritó "¡Robo!" y lanzó miradas acusadoras. El dueño de los mektoubs, por su parte, hablaba con el jefe de la guardia, intentando asegurarse de que se hiciera justicia.
  
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Mi tío se encontraba en medio de la multitud, con la mirada perdida en la distancia. Al observarlo, cualquiera podría haber pensado que todo este asunto no le interesaba más que cualquier otra historia de homíns, pero una sonrisa ya se dibujaba en su rostro. A su alrededor, las conversaciones fluían, y entre las teorías más descabelladas se encontraba: "¡El viento pudo haberse llevado los mektoubs!". "¡Los Kamis los teletransportaron! ¡Estoy seguro!". Sin embargo, algunos chismosos ya estaban mucho mejor informados, y algunos nombres circulaban por los labios: "¡Fue Aesken, el mercader! Lo vi montado en un mektoub durante la tormenta". ¿Aesken? ¡Pero es un hombre honesto! Sus precios son más que razonables. Y además, debe tener su propio mektoub, cosa que Eoxy claramente no tiene. —Sí, y aun así oí que montaba uno... ¡Raro, raro! —¡Vamos! Eoxy es un buen homin, un hombre sencillo y discreto. ¿Cómo puedes imaginarlo haciendo algo deshonesto? Si yo fuera tú, investigaría a Gether. No me fío nada de él. Y después de todo, también lo vieron montando un mektoub durante la tormenta. ¿Quién sabe qué estaría tramando? La especulación se descontroló, y muchos parecían disfrutar de la situación. La guardia, por su parte, estaba visiblemente abrumada e incluso empezó a escuchar atentamente los chismes... Ropan, el jefe de la guardia, mandó interrogar a los tres principales sospechosos —Aesken, Eoxy y Gether—, junto con el mozo de cuadra y el dueño.
  
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El resultado fue tan aburrido como cabría imaginar. El mozo de cuadra se había dado cuenta, al acercarse la tormenta, de que faltaban algunos animales, pero solo pudo informar al dueño media hora después de que amainaran las borrascas. El dueño, por supuesto, confirmó la versión de su mozo de cuadra. Y, como era de esperar, ninguno de los tres sospechosos confesó haber robado los animales.
  
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Mac'Leaffy Roner se embarcó entonces en esta vocación que tanto éxito le traería. Al ver que nadie parecía capaz de resolver el caso, tomó cartas en el asunto. Sacó una pequeña libreta del bolsillo y examinó la escena, convencido de que los detalles, sus preciados amigos, le hablarían. Sus manos acariciaban el suelo, sus ojos recorrieron el lugar, buscando la más mínima pista, y mi tío parecía un auténtico loco. Anotó: «Dos mektoubs polvorientos. Un mektoub herido». Sus ojos brillaron y, con una sonrisa, añadió: «Aesken: culpable, Eoxy: culpable, Gether: culpable». Y, sin embargo, Roner sabía que el verdadero culpable seguía eludiéndolo... Entonces recordó la historia de todos. ¡Claro! Solo necesitaba una última prueba.
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Uno, dos, tres. Mi tío estaba fuera de sí. Dos cubiertos de polvo y uno cojo. Uno, dos, tres sospechosos. Los tres culpables, estaba convencido. Mac'Leaffy caminaba frenéticamente, trazando pequeños círculos en el suelo. Contaba y volvía a contar mentalmente, pero era inútil; la pieza que faltaba se negaba a revelarse. Estaba incluso al borde de la locura, tan insoportable era la resistencia a los detalles. Aesken, Eoxy, Gether... Uno, dos, tres. Pensaba en voz alta, y todas las miradas ya estaban puestas en él. «Debió haber perdido la cabeza». «Sabía que solo eran sus piernas las que daban vueltas». Un niño pequeño se deslizó entonces entre la multitud de curiosos homíns. Su mirada se posó en mi tío, y fue como si comprendiera al instante, quizá inconscientemente, la magnitud de su angustia. Se acercó a él y le dio una palmadita en la pierna. Mac'Leaffy se detuvo como si esta espiral finalmente hubiera llegado a su fin. «¿Cuatro?» —dijo el niño—. ¡Cuatro! —gritó mi tío con tanta alegría que el niño salió corriendo asustado. ¡Así de simple! En lugar de ver lo que tenía, tenía que ver lo que le faltaba. A menudo, los detalles tienen esa cualidad inquietante: su ausencia es tan significativa como su presencia. Se acercó al mozo de cuadra e intentó descifrarlo mirándolo directamente a los ojos: —¿Cuántos mektoubs te faltan? —Eh, cuatro... —dijo, preguntándose adónde quería llegar Mac'Leaffy. ¡Cuatro! Se acercaba. Añadió—: ¡Qué buena manada tienes! ¿Cuántas cabezas cuentas exactamente? —Veinticinco —respondió mecánicamente, aún ajeno a los miles de razonamientos, teorías y deducciones que se desarrollaban en la mente de su interlocutor.
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Uno, dos, tres, cuatro... veinticuatro. Mi tío tenía su prueba, y los hombres que presenciaron esta escena coinciden en que fue ese día, en ese preciso momento, cuando adquirió toda la grandeza que más tarde lo caracterizaría.
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Con paso lleno de renovada confianza, se dirigió hacia Gether. «Un hombre inocente no debería tener que cargar con el peso de un robo, amigo mío», dijo, concentrándose en el más mínimo movimiento de su rostro. Gether permaneció impasible. «¿Por qué entonces correr este destino si solo era para renunciar a él?», añadió, tomándose el tiempo de sopesar cada palabra. Gether concedió una respuesta: «Hay convicciones que uno prefiere mantener en secreto».
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Mac'Leaffy fue entonces a buscar a Eoxy. Este, consumido por el miedo y la culpa, sollozaba como un homínido en una pesadilla. «Estoy convencido de tu inocencia. Pero para que me crean, necesito saber tu secreto. Lo guardaré para mí, por supuesto». Eoxy estaba al borde del colapso, pero en un último esfuerzo, logró susurrarle la explicación a mi tío. Nunca supe qué dijo exactamente, pero sí sé que fue un asunto del corazón, o quizás una infidelidad... uno de esos secretos cuya revelación puede tener consecuencias devastadoras.
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Finalmente, mi tío fue a ver a Aesken, pero luego cambió de opinión. Fue inútil. Ya lo sabía todo...
  
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Lo que sucedió después es muy confuso en mi memoria, y el niño que era probablemente no entendía exactamente qué estaba pasando. Mi tío habló largo y tendido con las autoridades de Tryker, y el mozo de cuadra resultó ser el verdadero culpable. Aesken, Eoxy y Gether habían cometido un delito, pero ciertamente no un robo. Sin embargo, mientras contaba sus mektoubs, el mozo de cuadra entró en pánico y salió con uno de sus animales, desafiando la terrible tormenta, para intentar encontrar los tres mektoubs desaparecidos. Así fue como su montura escapó, asustada por la furia tormenta. ¿Qué opción le quedaba? Prefirió alegar que le habían robado cuatro de sus monturas... Después de todo, ¿cómo iba a saber que las habían devuelto?
  
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Y así, el famoso "caso Mektoub" fue resuelto por mi tío, y Mac'Leaffy nunca volvió a ser el mismo. Habiendo presenciado todo el asunto, debo decir que influyó en mi vida. Desde ese día, he seguido siendo cauteloso con los mercaderes... Escuchar a mi tío, poco después de la investigación, pedirle a Aesken que recuperara su mektoub herido y le devolviera el que se había llevado, seguramente tuvo mucho que ver. Y para ser sincero... es difícil no dejarse llevar por el juego cuando, en tu juventud, pronunciaste una palabra clave: Cuatro.
 
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Revisión actual del 13:35 27 dic 2025


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Última edición: Zorroargh, 27.12.2025
de:Die Mektoub-Affäre es:El caso Mektoub fr:L'affaire Mektoub
 
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¡Traducción que tiene que ser revisada!
¡No culpes a los contribuyentes, pero ayúdalos! 😎
Texto de referencia (Texto actualizado, utilizado como referencia) :
Notas :

«Kitins a las Oquedades de las Dunas» ee un extracto del Diario de Epus, Winderly 11, 3.er Ciclo 2570.

De todos los Trykers que he conocido, mi tío fue, con diferencia, el más grande.

Sin duda alguna, esta grandeza no se debía a su simple estatura, modesta como suele ser entre nuestra gente, incluso insignificante comparada con la de su inseparable amigo Zhuangi, sino a su agudeza mental y su lucidez sin igual. Mi tío es y siempre será el héroe de mi infancia, aquel cuyas historias me arrullaban hasta el sueño. De hecho, no hay un solo lugar en Atys que no me recuerde algo relacionado con él.

Pero todos los grandes homíns tuvieron que empezar en algún lugar, incluso cuando aún eran insignificantes para nuestro mundo. El tío Mac'Leaffy no fue la excepción y tuvo que demostrarle al mundo de qué era capaz. Tuvo su primera investigación: el intrigante caso de Mektoub.

Por aquel entonces, Mac'Leaffy Roner era bastante joven, y su visión del mundo aún se limitaba a Fairhaven y sus alrededores. "¿De qué sirve mirar más allá cuando nuestro paisaje esconde tantos detalles, tantos misterios por desentrañar?", les decía a quienes intentaban en vano inculcarle el gusto por la aventura. "Cada mota de polvo tiene su historia, y alguien tiene que escucharla", concluía incansablemente. Sentía pasión por lo infinitamente pequeño, por lo que se encontraba al límite de la visibilidad, lo que, en última instancia, todos pasaban por alto rutinariamente. En aquellos días, era un homín muy solitario. Aún no conocía a su querido Zhuangi, y solo el famoso Tepsen Be'Laroy y sus extravagantes teorías parecían despertar ocasionalmente su curiosidad. En cuanto a su deseo de justicia, debía de ser aún inexistente; Todos los que lo conocieron antes de este asunto coinciden en que no era más que un holgazán sin ningún interés por los demás.

Sin embargo, todo estaba a punto de cambiar ese tormentoso día en Thermis, donde comienza esta historia. El cielo había estado nublado todo el día y el aire se había vuelto poco a poco más húmedo. Cada segundo parecía más largo y pesado que el anterior, y todos comenzaron a desear que la tormenta finalmente los liberara. El tiempo, aliado del paciente Tryker, desató la tormenta al final de la tarde. El viento y sus habituales ráfagas también hicieron acto de presencia, lo que tuvo el efecto de confinar a la mayoría de los habitantes del lago en sus casas. Mac'Leaffy, por su parte, no se lo habría perdido por nada del mundo, así que decidió contemplar este... espectáculo húmedo.

Después de unas horas, el clima volvió a ser benigno y todos pudieron regresar al aire libre, renovados. Empezaba a anochecer cuando una repentina conmoción sacudió la capital. ¡Un mozo de cuadra se quejaba de que le habían robado sus mektoubs durante la tormenta! El caso mektoubs acababa de comenzar.

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Poco a poco, todos los aspirantes del vecindario se agregaron alrededor del establo. Impulsados ​​por una curiosidad desbordante, escrutaban los rostros de los presentes en busca de un posible culpable. El mozo de cuadra gritó "¡Robo!" y lanzó miradas acusadoras. El dueño de los mektoubs, por su parte, hablaba con el jefe de la guardia, intentando asegurarse de que se hiciera justicia.

Mi tío se encontraba en medio de la multitud, con la mirada perdida en la distancia. Al observarlo, cualquiera podría haber pensado que todo este asunto no le interesaba más que cualquier otra historia de homíns, pero una sonrisa ya se dibujaba en su rostro. A su alrededor, las conversaciones fluían, y entre las teorías más descabelladas se encontraba: "¡El viento pudo haberse llevado los mektoubs!". "¡Los Kamis los teletransportaron! ¡Estoy seguro!". Sin embargo, algunos chismosos ya estaban mucho mejor informados, y algunos nombres circulaban por los labios: "¡Fue Aesken, el mercader! Lo vi montado en un mektoub durante la tormenta". ¿Aesken? ¡Pero es un hombre honesto! Sus precios son más que razonables. Y además, debe tener su propio mektoub, cosa que Eoxy claramente no tiene. —Sí, y aun así oí que montaba uno... ¡Raro, raro! —¡Vamos! Eoxy es un buen homin, un hombre sencillo y discreto. ¿Cómo puedes imaginarlo haciendo algo deshonesto? Si yo fuera tú, investigaría a Gether. No me fío nada de él. Y después de todo, también lo vieron montando un mektoub durante la tormenta. ¿Quién sabe qué estaría tramando? La especulación se descontroló, y muchos parecían disfrutar de la situación. La guardia, por su parte, estaba visiblemente abrumada e incluso empezó a escuchar atentamente los chismes... Ropan, el jefe de la guardia, mandó interrogar a los tres principales sospechosos —Aesken, Eoxy y Gether—, junto con el mozo de cuadra y el dueño.

El resultado fue tan aburrido como cabría imaginar. El mozo de cuadra se había dado cuenta, al acercarse la tormenta, de que faltaban algunos animales, pero solo pudo informar al dueño media hora después de que amainaran las borrascas. El dueño, por supuesto, confirmó la versión de su mozo de cuadra. Y, como era de esperar, ninguno de los tres sospechosos confesó haber robado los animales.

Mac'Leaffy Roner se embarcó entonces en esta vocación que tanto éxito le traería. Al ver que nadie parecía capaz de resolver el caso, tomó cartas en el asunto. Sacó una pequeña libreta del bolsillo y examinó la escena, convencido de que los detalles, sus preciados amigos, le hablarían. Sus manos acariciaban el suelo, sus ojos recorrieron el lugar, buscando la más mínima pista, y mi tío parecía un auténtico loco. Anotó: «Dos mektoubs polvorientos. Un mektoub herido». Sus ojos brillaron y, con una sonrisa, añadió: «Aesken: culpable, Eoxy: culpable, Gether: culpable». Y, sin embargo, Roner sabía que el verdadero culpable seguía eludiéndolo... Entonces recordó la historia de todos. ¡Claro! Solo necesitaba una última prueba.

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Uno, dos, tres. Mi tío estaba fuera de sí. Dos cubiertos de polvo y uno cojo. Uno, dos, tres sospechosos. Los tres culpables, estaba convencido. Mac'Leaffy caminaba frenéticamente, trazando pequeños círculos en el suelo. Contaba y volvía a contar mentalmente, pero era inútil; la pieza que faltaba se negaba a revelarse. Estaba incluso al borde de la locura, tan insoportable era la resistencia a los detalles. Aesken, Eoxy, Gether... Uno, dos, tres. Pensaba en voz alta, y todas las miradas ya estaban puestas en él. «Debió haber perdido la cabeza». «Sabía que solo eran sus piernas las que daban vueltas». Un niño pequeño se deslizó entonces entre la multitud de curiosos homíns. Su mirada se posó en mi tío, y fue como si comprendiera al instante, quizá inconscientemente, la magnitud de su angustia. Se acercó a él y le dio una palmadita en la pierna. Mac'Leaffy se detuvo como si esta espiral finalmente hubiera llegado a su fin. «¿Cuatro?» —dijo el niño—. ¡Cuatro! —gritó mi tío con tanta alegría que el niño salió corriendo asustado. ¡Así de simple! En lugar de ver lo que tenía, tenía que ver lo que le faltaba. A menudo, los detalles tienen esa cualidad inquietante: su ausencia es tan significativa como su presencia. Se acercó al mozo de cuadra e intentó descifrarlo mirándolo directamente a los ojos: —¿Cuántos mektoubs te faltan? —Eh, cuatro... —dijo, preguntándose adónde quería llegar Mac'Leaffy. ¡Cuatro! Se acercaba. Añadió—: ¡Qué buena manada tienes! ¿Cuántas cabezas cuentas exactamente? —Veinticinco —respondió mecánicamente, aún ajeno a los miles de razonamientos, teorías y deducciones que se desarrollaban en la mente de su interlocutor.

Uno, dos, tres, cuatro... veinticuatro. Mi tío tenía su prueba, y los hombres que presenciaron esta escena coinciden en que fue ese día, en ese preciso momento, cuando adquirió toda la grandeza que más tarde lo caracterizaría.

Con paso lleno de renovada confianza, se dirigió hacia Gether. «Un hombre inocente no debería tener que cargar con el peso de un robo, amigo mío», dijo, concentrándose en el más mínimo movimiento de su rostro. Gether permaneció impasible. «¿Por qué entonces correr este destino si solo era para renunciar a él?», añadió, tomándose el tiempo de sopesar cada palabra. Gether concedió una respuesta: «Hay convicciones que uno prefiere mantener en secreto».

Mac'Leaffy fue entonces a buscar a Eoxy. Este, consumido por el miedo y la culpa, sollozaba como un homínido en una pesadilla. «Estoy convencido de tu inocencia. Pero para que me crean, necesito saber tu secreto. Lo guardaré para mí, por supuesto». Eoxy estaba al borde del colapso, pero en un último esfuerzo, logró susurrarle la explicación a mi tío. Nunca supe qué dijo exactamente, pero sí sé que fue un asunto del corazón, o quizás una infidelidad... uno de esos secretos cuya revelación puede tener consecuencias devastadoras.

Finalmente, mi tío fue a ver a Aesken, pero luego cambió de opinión. Fue inútil. Ya lo sabía todo...

Lo que sucedió después es muy confuso en mi memoria, y el niño que era probablemente no entendía exactamente qué estaba pasando. Mi tío habló largo y tendido con las autoridades de Tryker, y el mozo de cuadra resultó ser el verdadero culpable. Aesken, Eoxy y Gether habían cometido un delito, pero ciertamente no un robo. Sin embargo, mientras contaba sus mektoubs, el mozo de cuadra entró en pánico y salió con uno de sus animales, desafiando la terrible tormenta, para intentar encontrar los tres mektoubs desaparecidos. Así fue como su montura escapó, asustada por la furia tormenta. ¿Qué opción le quedaba? Prefirió alegar que le habían robado cuatro de sus monturas... Después de todo, ¿cómo iba a saber que las habían devuelto?

Y así, el famoso "caso Mektoub" fue resuelto por mi tío, y Mac'Leaffy nunca volvió a ser el mismo. Habiendo presenciado todo el asunto, debo decir que influyó en mi vida. Desde ese día, he seguido siendo cauteloso con los mercaderes... Escuchar a mi tío, poco después de la investigación, pedirle a Aesken que recuperara su mektoub herido y le devolviera el que se había llevado, seguramente tuvo mucho que ver. Y para ser sincero... es difícil no dejarse llevar por el juego cuando, en tu juventud, pronunciaste una palabra clave: Cuatro.

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Véase también

Notas




Última versión 2025-12-27•


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