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| + | ''El año 2481 fue un año fatídico para toda la humanidad, y todas las razas sufrieron enormemente. Pero ninguna sufrió más, debido a su propia locura y arrogancia, que la antigua raza Matis. Ciertamente, no habría influido mucho en el resultado final, pero se podrían haber salvado muchas más vidas sin la avaricia y la paranoia de los nobles Matis y sus líderes militares. | ||
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| + | ''Cuando se corrió la voz de que algo anormal estaba sucediendo en lo profundo del desierto, y que, por lo tanto, todo el ejército imperial estaba ocupado dentro de las fronteras del Imperio, las autoridades Matis vieron la oportunidad de ajustar cuentas pendientes y expandir su territorio. Aprovechando esta oportunidad, casi todo el ejército Matis marchó hacia las fronteras de [[Trykoth]], con el objetivo de extraer la preciada agua de manantial de la pequeña gente, de sus autoproclamados protectores, los [[Fyros]]. Al abandonar el gran ejército el [[Bosque]], los Matis vitorearon, deseando que regresaran coronados de gloria y con nuevas tierras donde expandirse. Pero entonces un terror sin precedentes los invadió. Esas pocas y largas horas de la primavera de 2481 fueron recordadas como «la noche de las '''sombras aullantes'''». | ||
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| + | ''"Testimonios" de Ridio Sillia, bardo viajero. | ||
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| + | "Yo era entonces un joven miembro de la milicia. Me había alistado apenas unas semanas antes y esperaba algún día unirme a la Guardia del Palacio y, con el tiempo, formar parte de la Guardia Real. No sabía entonces que mi ascenso sería mucho más rápido de lo que esperaba. Pero aún no sé si puedo sentirme orgulloso de mis acciones esa noche, pensando en todo lo que siguió... Pero estoy divagando... Quieres que hable de la "Noche de las Garras" o "Noche de las Sombras Aullantes", como la llaman algunos poetas. Sin duda fue una noche de garras y de sombras aullantes... ah, sí, hubo algunas... Yo era una de ellas, sin duda. | ||
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| + | "El día anterior, nuestro ejército había partido hacia Trykoth con el objetivo oficial de "reclamar" territorios que habrían garantizado a nuestro Reino un suministro de agua estable durante años. Mientras el último soldado desaparecía en el bosque, solo soñaba con estar con ellos. Alcanzar la gloria y realizar hazañas heroicas que me ganarían un lugar en la historia de nuestro pueblo. Aún no sabía que esta noche sería la oportunidad de realizar más hazañas "heroicas" que en toda mi vida. | ||
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| + | "Iba con algunos camaradas hasta la sala de guardia, antes de comenzar nuestra patrulla, que duraría desde el anochecer hasta el amanecer. Hacía calor, y las calles aún rebosaban el bullicio de esos momentos previos al cierre de las tiendas. Especulábamos sobre cuánto tardaría nuestro ejército en regresar y qué podría estar retrasando a los Fyros y haciéndoles incumplir su deber de proteger a los [[Tryker]]s: | ||
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| + | Incluso Girio se rió de mi comentario, y me sentí orgulloso por un momento. Fue una estupidez, lo sé... Seguimos caminando hacia la sala de guardia, ajenos al principio a los cambios que afectaban a la ciudad. Entonces, uno de nuestros camaradas aminoró el paso, con la cabeza ligeramente girada a la derecha, como si escuchara algo. Dejamos de bromear y esperamos a que nos alcanzara. | ||
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| + | — "¿Qué le pasa?", le pregunté. | ||
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| + | "Todos nos detuvimos a escuchar. Se oyó un extraño zumbido y crujió unas ramas lejanas, como si algo enorme se moviera entre la maleza. Antes de que pudiéramos pensar más en la causa del ruido, un grito atravesó la fría noche. Venía de arriba, y al principio no supe qué veía. En lo alto de una de las pasarelas que cruzaban las casas en los árboles, dos personas corrían. Una sombra se movía a una velocidad sobrenatural, brillando extrañamente en la penumbra. Algo cayó sobre la barandilla de la pasarela y aterrizó justo delante de nosotros. Al principio pensé que era una rama o algún adorno del arco del puente; pero algo húmedo me salpicó la mejilla, cayendo justo delante de mí con un golpe sordo, y supe lo que realmente era. Atónitos, todos miramos fijamente el brazo amputado que teníamos delante. Vi con horror que sus dedos aún se movían, en un último espasmo. Cuando retiré la mano de mi cara, estaba roja de sangre. Y entonces oímos más gritos. De toda la ciudad resonaban gritos de puro terror. Al levantar la vista, lo que vi me heló la sangre. La extraña sombra que habíamos vislumbrado se había alejado de la bóveda. Volaba por los aires con la facilidad de un depredador, con sus inmensas alas zumbando, dejando tras sí un reguero de sangre que fluía libremente de la figura de un homínido empalado en sus patas delanteras. Entonces, el gigantesco grillo-insecto se sacudió, y el hombre cayó de su picadura. Cayó inerte y se estrelló contra un arbusto junto a la calle. El sonido de su caída nos sacó de nuestro estupor. | ||
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| + | "Al unísono, echamos a correr hacia la caseta de guardia, mientras a nuestro alrededor, el pánico y la confusión sembraban el caos entre los paseantes vespertinos. Todos corrían sin saber adónde ir ni buscar a nadie. Gritos de pánico resonaban por todas las calles, y el bosque que rodeaba el pueblo parecía estar lleno de seres invisibles. Las campanas del cuartel empezaron a sonar, llamando a todos los hombres aptos a tomar las armas, y cuando llegamos, muchos de nuestros camaradas ya estaban equipados y listos para luchar contra lo que fuera que nos atacara. Sin embargo, la mayoría aún no tenía ni idea de a qué nos enfrentábamos. Y, por [[Jena]], ojalá no lo hubiera sabido nunca. En medio de la confusión, nuestro capitán gritó órdenes para calmarnos y obligarnos a cumplir con nuestro deber. Cogimos nuestras picas y corrimos a las calles. Intentamos dirigirnos a las afueras del pueblo, pero a mitad de camino, la gente empezó a correr hacia nosotros. Nunca había visto, ni volveré a ver, tantas miradas de terror. Muchos gritaban algo sobre que el bosque venía a por ellos y empujaban a desconocidos, amigos y familiares para escapar más rápido. Algunos hablaban de monstruos que habían emergido repentinamente del subsuelo y atacaban todo a su paso, otros hablaban de criaturas voladoras que intentaban penetrar los pisos superiores de las casas en los árboles. Corrimos y, con los pulmones doloridos por el esfuerzo, finalmente llegamos a las afueras del pueblo. | ||
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| + | "Inquietantemente, todo estaba en silencio salvo por el zumbido, que se hacía cada vez más fuerte. No había nadie alrededor; las construcciones más pequeñas en los árboles estaban abandonadas, y las casas en los árboles, atrincheradas contra los invasores. Nos acercamos con cautela al límite del bosque. Este bosque nunca me había parecido tan oscuro, tan siniestro. Creí ver movimiento entre los árboles altos y la maleza. Algo increíblemente rápido apareció al acercarnos a los arbustos oscuros, con un siseo profundo. Nos detuvimos, y la cosa se nos echó encima de un salto repentino. Era tan rápido como una estrella fugaz, su caparazón verde oscuro brillaba a la luz de la farola. La cosa se abalanzó sobre nosotros con increíble ferocidad, con sus cuatro patas tocando un staccato en el duro suelo. Tenía las patas delanteras levantadas, con bordes afilados, y su cabeza ancha y plana formaba un escudo que protegía su torso. Era aproximadamente la mitad del tamaño de un matis adulto, e intentaba golpearnos con sus patas delanteras. Juntos, luchamos contra él. La dominamos rápidamente con nuestras picas, manteniendo la distancia para evitar sus amplios y mortíferos golpes. Nos reunimos alrededor de su cuerpo moribundo y espasmódico. | ||
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| + | — "¿Qué demonios es esto?" | ||
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| + | "En ese momento, el zumbido que habíamos estado oyendo se hizo aún más intenso, y un grito espeluznante surgió de la oscuridad que rodeaba la ciudad. Otro resonó a nuestra derecha, luego otro a la izquierda, seguido de una cacofonía de gritos, retumbos profundos y chasquidos, que provenían del bosque que rodeaba la ciudad. Desde arriba se oía el crujido de ramas. Enormes criaturas se abrían paso entre las copas de los árboles, y detrás de nosotros, oímos los gritos de los homínidos y el frenético repique de las campanas de la caseta de vigilancia. Entonces, el oscuro bosque cobró vida. Recuerdo la sensación de esas inmensas y delgadas patas desprendiéndose de los troncos sobre los que las criaturas se habían posado, camufladas, agazapadas contra la corteza marrón o tras los arbustos. A nuestro alrededor, el bosque empezó a acercarse. Horrorizados, nos dimos la vuelta y huimos tan rápido como pudimos. Me avergüenza profundamente, pero así fue. Todos huimos esa noche. No teníamos ninguna posibilidad. Unos pocos ingenuos se quedaron a luchar, pero la mayoría simplemente no miramos atrás y corrimos directo hacia adelante, a veces cayendo en las garras de los [[kitin]]s. | ||
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| + | "Por supuesto, aún no los conocíamos por ese nombre. Nadie se había molestado en ponerles nombre a todos esos monstruos. Simplemente estaban allí, horrores sin nombre, matando a cualquiera que se pusiera a su alcance. Homins o niños, no hacían distinción. Se movían por la ciudad como un segador en su trigal, sembrando terror y sangre. Surgían a miles de la oscuridad del bosque. Se dejaban caer desde las pasarelas, subiendo y bajando por nuestras casas en los árboles, desgarrando la corteza de sus ramas superiores como si fuera una simple hoja de papel, para alcanzar cualquier ser vivo oculto en su interior. Volaban por los aires, acribillando a la gente en el aire, con sus afiladas garras y aguijones cortándolos en numerosos pedazos que caían como lluvia sobre los horrorizados homínis que se encontraban abajo. | ||
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| + | "Recuerdo mi primer encuentro con lo que ahora se llama una [[kipesta]]. Se lanzó en picado hacia un grupo de homínis acurrucados bajo una gran raíz, intentando primero alcanzarlos con su aguijón, pero al ver que no lo lograría, simplemente vació su extraña bolsa secretora en el hueco. El aire se llenó al instante de llamas ardientes. Estaba demasiado lejos para actuar, y estaba conmocinado ante tal perversión antinatural. Fui un testigo impotente de la masacre, y los gritos de los homínis capturados y quemados vivos siguen atormentando mis noches después de todos estos años. Vi [[kipucka]]s, fuertemente protegidas por sus caparazones, caer del dosel como inmensas piñas, aplastando con su peso a los desventurados homins. Unos segundos después, al emerger del cráter sangriento, la danza asesina de sus patas causó aún más estragos. Sobreviví. No sé si a eso se le puede llamar suerte; ¡por Jena!, es más bien una venganza. Simplemente corrí, solté mi pica y huí, esquivando homins y kitins por igual, adentrándome de cabeza en el bosque hasta que mis piernas me fallaron y me dejaron inconsciente, exhausto y conmocinado. Más tarde, me encontré con otros fugitivos, y juntos llegamos a un campamento de [[Karavan]] del que habían oído hablar. Esta es mi vergonzosa historia, y no diré más por ahora. | ||
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Revisión actual del 13:15 20 sep 2025
El año 2481 fue un año fatídico para toda la humanidad, y todas las razas sufrieron enormemente. Pero ninguna sufrió más, debido a su propia locura y arrogancia, que la antigua raza Matis. Ciertamente, no habría influido mucho en el resultado final, pero se podrían haber salvado muchas más vidas sin la avaricia y la paranoia de los nobles Matis y sus líderes militares.
Cuando se corrió la voz de que algo anormal estaba sucediendo en lo profundo del desierto, y que, por lo tanto, todo el ejército imperial estaba ocupado dentro de las fronteras del Imperio, las autoridades Matis vieron la oportunidad de ajustar cuentas pendientes y expandir su territorio. Aprovechando esta oportunidad, casi todo el ejército Matis marchó hacia las fronteras de Trykoth, con el objetivo de extraer la preciada agua de manantial de la pequeña gente, de sus autoproclamados protectores, los Fyros. Al abandonar el gran ejército el Bosque, los Matis vitorearon, deseando que regresaran coronados de gloria y con nuevas tierras donde expandirse. Pero entonces un terror sin precedentes los invadió. Esas pocas y largas horas de la primavera de 2481 fueron recordadas como «la noche de las sombras aullantes».
"Testimonios" de Ridio Sillia, bardo viajero.
(Gracias a Acridiel por esta crónica)
Un anciano cuenta su historia con voz entrecortada, destrozada por la emoción.
— "Recuerdo... sí, recuerdo. No me cuesta recordar esos terribles momentos, porque quedaron grabados en mi mente con la afilada hoja de un maestro artesano.
"Yo era entonces un joven miembro de la milicia. Me había alistado apenas unas semanas antes y esperaba algún día unirme a la Guardia del Palacio y, con el tiempo, formar parte de la Guardia Real. No sabía entonces que mi ascenso sería mucho más rápido de lo que esperaba. Pero aún no sé si puedo sentirme orgulloso de mis acciones esa noche, pensando en todo lo que siguió... Pero estoy divagando... Quieres que hable de la "Noche de las Garras" o "Noche de las Sombras Aullantes", como la llaman algunos poetas. Sin duda fue una noche de garras y de sombras aullantes... ah, sí, hubo algunas... Yo era una de ellas, sin duda.
"El día anterior, nuestro ejército había partido hacia Trykoth con el objetivo oficial de "reclamar" territorios que habrían garantizado a nuestro Reino un suministro de agua estable durante años. Mientras el último soldado desaparecía en el bosque, solo soñaba con estar con ellos. Alcanzar la gloria y realizar hazañas heroicas que me ganarían un lugar en la historia de nuestro pueblo. Aún no sabía que esta noche sería la oportunidad de realizar más hazañas "heroicas" que en toda mi vida.
"Iba con algunos camaradas hasta la sala de guardia, antes de comenzar nuestra patrulla, que duraría desde el anochecer hasta el amanecer. Hacía calor, y las calles aún rebosaban el bullicio de esos momentos previos al cierre de las tiendas. Especulábamos sobre cuánto tardaría nuestro ejército en regresar y qué podría estar retrasando a los Fyros y haciéndoles incumplir su deber de proteger a los Trykers:
— "Quizás esos yubos Trykers no les pagaron como era debido", exclamó uno de mis amigos.
A lo que otro respondió:
— "No, pagaron lo que les correspondía, pero los Fyros están cansados de guardarse siempre el pago y no recibir nada a cambio".
Todos nos reímos de este comentario, excepto Girio, nuestro líder de escuadrón. Nos miró pensativo.
— "He oído que están luchando. Algunos hablan de un nuevo gran incendio, otros de un ejército desconocido que ataca el Imperio desde la frontera sur. Y otros hablan de monstruos..."
Le temblaba la voz.
— "¡¿Monstruos?!", respondí riendo. "¡Seguro que huirán cuando vean a los Fyros, porque ningún monstruo que se precie ataca a nada más feo que él mismo!"
Incluso Girio se rió de mi comentario, y me sentí orgulloso por un momento. Fue una estupidez, lo sé... Seguimos caminando hacia la sala de guardia, ajenos al principio a los cambios que afectaban a la ciudad. Entonces, uno de nuestros camaradas aminoró el paso, con la cabeza ligeramente girada a la derecha, como si escuchara algo. Dejamos de bromear y esperamos a que nos alcanzara.
— "¿Qué le pasa?", le pregunté.
— "¿No oyes?", respondió.
"Todos nos detuvimos a escuchar. Se oyó un extraño zumbido y crujió unas ramas lejanas, como si algo enorme se moviera entre la maleza. Antes de que pudiéramos pensar más en la causa del ruido, un grito atravesó la fría noche. Venía de arriba, y al principio no supe qué veía. En lo alto de una de las pasarelas que cruzaban las casas en los árboles, dos personas corrían. Una sombra se movía a una velocidad sobrenatural, brillando extrañamente en la penumbra. Algo cayó sobre la barandilla de la pasarela y aterrizó justo delante de nosotros. Al principio pensé que era una rama o algún adorno del arco del puente; pero algo húmedo me salpicó la mejilla, cayendo justo delante de mí con un golpe sordo, y supe lo que realmente era. Atónitos, todos miramos fijamente el brazo amputado que teníamos delante. Vi con horror que sus dedos aún se movían, en un último espasmo. Cuando retiré la mano de mi cara, estaba roja de sangre. Y entonces oímos más gritos. De toda la ciudad resonaban gritos de puro terror. Al levantar la vista, lo que vi me heló la sangre. La extraña sombra que habíamos vislumbrado se había alejado de la bóveda. Volaba por los aires con la facilidad de un depredador, con sus inmensas alas zumbando, dejando tras sí un reguero de sangre que fluía libremente de la figura de un homínido empalado en sus patas delanteras. Entonces, el gigantesco grillo-insecto se sacudió, y el hombre cayó de su picadura. Cayó inerte y se estrelló contra un arbusto junto a la calle. El sonido de su caída nos sacó de nuestro estupor.
"Al unísono, echamos a correr hacia la caseta de guardia, mientras a nuestro alrededor, el pánico y la confusión sembraban el caos entre los paseantes vespertinos. Todos corrían sin saber adónde ir ni buscar a nadie. Gritos de pánico resonaban por todas las calles, y el bosque que rodeaba el pueblo parecía estar lleno de seres invisibles. Las campanas del cuartel empezaron a sonar, llamando a todos los hombres aptos a tomar las armas, y cuando llegamos, muchos de nuestros camaradas ya estaban equipados y listos para luchar contra lo que fuera que nos atacara. Sin embargo, la mayoría aún no tenía ni idea de a qué nos enfrentábamos. Y, por Jena, ojalá no lo hubiera sabido nunca. En medio de la confusión, nuestro capitán gritó órdenes para calmarnos y obligarnos a cumplir con nuestro deber. Cogimos nuestras picas y corrimos a las calles. Intentamos dirigirnos a las afueras del pueblo, pero a mitad de camino, la gente empezó a correr hacia nosotros. Nunca había visto, ni volveré a ver, tantas miradas de terror. Muchos gritaban algo sobre que el bosque venía a por ellos y empujaban a desconocidos, amigos y familiares para escapar más rápido. Algunos hablaban de monstruos que habían emergido repentinamente del subsuelo y atacaban todo a su paso, otros hablaban de criaturas voladoras que intentaban penetrar los pisos superiores de las casas en los árboles. Corrimos y, con los pulmones doloridos por el esfuerzo, finalmente llegamos a las afueras del pueblo.
"Inquietantemente, todo estaba en silencio salvo por el zumbido, que se hacía cada vez más fuerte. No había nadie alrededor; las construcciones más pequeñas en los árboles estaban abandonadas, y las casas en los árboles, atrincheradas contra los invasores. Nos acercamos con cautela al límite del bosque. Este bosque nunca me había parecido tan oscuro, tan siniestro. Creí ver movimiento entre los árboles altos y la maleza. Algo increíblemente rápido apareció al acercarnos a los arbustos oscuros, con un siseo profundo. Nos detuvimos, y la cosa se nos echó encima de un salto repentino. Era tan rápido como una estrella fugaz, su caparazón verde oscuro brillaba a la luz de la farola. La cosa se abalanzó sobre nosotros con increíble ferocidad, con sus cuatro patas tocando un staccato en el duro suelo. Tenía las patas delanteras levantadas, con bordes afilados, y su cabeza ancha y plana formaba un escudo que protegía su torso. Era aproximadamente la mitad del tamaño de un matis adulto, e intentaba golpearnos con sus patas delanteras. Juntos, luchamos contra él. La dominamos rápidamente con nuestras picas, manteniendo la distancia para evitar sus amplios y mortíferos golpes. Nos reunimos alrededor de su cuerpo moribundo y espasmódico.
— "¿Qué demonios es esto?"
— "¡Por la Diosa, si lo supiera!"
— "Es una araña, mira sus patas."
— "Una araña tiene ocho patas, esta solo tiene seis, es algún tipo de insecto."
— "¡Qué insecto tan raro!"
— "Mantengámonos juntos, chicos, no sabemos si habrá más más lejos."
— "Bueno, mejor mantengámonos alerta... Al menos estas cosas son fáciles de matar."
"En ese momento, el zumbido que habíamos estado oyendo se hizo aún más intenso, y un grito espeluznante surgió de la oscuridad que rodeaba la ciudad. Otro resonó a nuestra derecha, luego otro a la izquierda, seguido de una cacofonía de gritos, retumbos profundos y chasquidos, que provenían del bosque que rodeaba la ciudad. Desde arriba se oía el crujido de ramas. Enormes criaturas se abrían paso entre las copas de los árboles, y detrás de nosotros, oímos los gritos de los homínidos y el frenético repique de las campanas de la caseta de vigilancia. Entonces, el oscuro bosque cobró vida. Recuerdo la sensación de esas inmensas y delgadas patas desprendiéndose de los troncos sobre los que las criaturas se habían posado, camufladas, agazapadas contra la corteza marrón o tras los arbustos. A nuestro alrededor, el bosque empezó a acercarse. Horrorizados, nos dimos la vuelta y huimos tan rápido como pudimos. Me avergüenza profundamente, pero así fue. Todos huimos esa noche. No teníamos ninguna posibilidad. Unos pocos ingenuos se quedaron a luchar, pero la mayoría simplemente no miramos atrás y corrimos directo hacia adelante, a veces cayendo en las garras de los kitins.
"Por supuesto, aún no los conocíamos por ese nombre. Nadie se había molestado en ponerles nombre a todos esos monstruos. Simplemente estaban allí, horrores sin nombre, matando a cualquiera que se pusiera a su alcance. Homins o niños, no hacían distinción. Se movían por la ciudad como un segador en su trigal, sembrando terror y sangre. Surgían a miles de la oscuridad del bosque. Se dejaban caer desde las pasarelas, subiendo y bajando por nuestras casas en los árboles, desgarrando la corteza de sus ramas superiores como si fuera una simple hoja de papel, para alcanzar cualquier ser vivo oculto en su interior. Volaban por los aires, acribillando a la gente en el aire, con sus afiladas garras y aguijones cortándolos en numerosos pedazos que caían como lluvia sobre los horrorizados homínis que se encontraban abajo.
"Recuerdo mi primer encuentro con lo que ahora se llama una kipesta. Se lanzó en picado hacia un grupo de homínis acurrucados bajo una gran raíz, intentando primero alcanzarlos con su aguijón, pero al ver que no lo lograría, simplemente vació su extraña bolsa secretora en el hueco. El aire se llenó al instante de llamas ardientes. Estaba demasiado lejos para actuar, y estaba conmocinado ante tal perversión antinatural. Fui un testigo impotente de la masacre, y los gritos de los homínis capturados y quemados vivos siguen atormentando mis noches después de todos estos años. Vi kipuckas, fuertemente protegidas por sus caparazones, caer del dosel como inmensas piñas, aplastando con su peso a los desventurados homins. Unos segundos después, al emerger del cráter sangriento, la danza asesina de sus patas causó aún más estragos. Sobreviví. No sé si a eso se le puede llamar suerte; ¡por Jena!, es más bien una venganza. Simplemente corrí, solté mi pica y huí, esquivando homins y kitins por igual, adentrándome de cabeza en el bosque hasta que mis piernas me fallaron y me dejaron inconsciente, exhausto y conmocinado. Más tarde, me encontré con otros fugitivos, y juntos llegamos a un campamento de Karavan del que habían oído hablar. Esta es mi vergonzosa historia, y no diré más por ahora.
Véase también
Notas
Antes del Gran Enjambre
|
|---|
| Fuego de Coriolis
La juventud de Loria • La fiebre del descubrimiento • El asedio de Karavia • La Compañía de Loria • La Liberación de los Trykers • El asesinato de Loria |
Las Crónicas del Gran Enjambre - De 2481 a 2484
|
|---|
| La masacre y la huida
Una historia de Kitin • Cuando los Muros se Derrumban • Mi Guardián de la Karavan • La Canción de los Kitins El regreso de la esperanza |
Las Crónicas del Nuevo Comienzo - Desde 2485 hasta 2525
|
|---|
| Crónicas de Aeden Aqueous
El Secreto de la Ingeniería Tryker • Huida en flyner • Historia de un joven Corsario Crónicas de las Alturas Verdes Los Descendientes de Zachini • Ciochini Cuisi • El muro de Lenardi • Crisálida • La Caída • Sombras Aullantes • Crónicas de V.M. Crónicas del Desierto Ardiente Rompe Aguas • La Pira de Cerakos o el Nacimiento de Pyr Crónicas del País Marchitándose Lágrimas de Serenidad • El Llorón Mektoub • Estancia de Daïsha • Mabreka |