Luces y sombras/Escena 1

De EnciclopAtys

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Veintiún años




    La iluminación de Atys baña las ventanas del palacio de Yrkanis, este brillo ámbar el cual llama a la suave melancolía y envía a los homins al confort de sus viviendas en los árboles.
Liosta Be’Zephy emite un suspiro que hace que la Karae Tamiela Fera Fillia di Torani sonría y la Serae Ayala frunza el ceño. Las tres se encuentran solas puesto que el resto de la Corte se había retirado.
«¡Entonces, Serae Liosta! ¿A qué se debe esta inoportuna demostración?», exclama la Karae, con aparente severidad.

    La joven Matis se sonroja, aún muy joven para percibir el sutil matiz en la voz de la Karae. «He estado pensando, desde hace algunas semanas, que Jena me ha bendecido con 21 años de vida y aún no he hecho mucho con ella. Eso me desespera.
Vamos, tu aún eres muy joven.
¡Estoy segura que ya has hecho grandes cosas a tu edad! Liosta sacude la cabeza.
Veintiún años...
— '¡Oh sí, Nae Karae, díganos cuáles, naete!»

    La mirada de la Karae, atrapada en el crepúsculo del atardecer, se vuelve distante mientras comienza a recordar su juventud:
«Yo celebré mis 21 años con mi padre y mi familia en el gran salón de la vivienda Torani del árbol en Davae el 6 Harvestor 1º CA 2553. Bailamos y nos divertimos entre hermanos y amigos. Sin embargo, mi destino estaba sellado. Los Nobles lo habían decidido.
Como puedes recordar, Serae Ayala, yo no fui la primera elección de los Nobles, pero yo nunca he estado resentida ni agradecida por ello. Toda mi infancia estuvo inmersa en esta mezcla de sentimientos.»

    La Karae sacudió la cabeza antes de continuar:
«Mi padre, aunque orgulloso de su título y altas responsabilidades en el manejo del reino, fue totalmente carente de ambición política. Mi madre fue ambiciosa por los dos. Por eso ella me empujó y educó para ello – para tener una gran matrimonio.
«Cursos de comportamiento, danza, poesía, mateis, decoro, composición de la corte… mis días estuvieron muy ocupados, pero mi padre había logrado imponer un límite: cada día, el me liberaba de mi madre y mis institutrices de modo que yo pudiera acompañarlo por dos horas en este reino, el reino de la cacería y la vida de los ciudadanos. Allá con mi hermano mayor, el pudo pasearnos por nuestros dominios y fue durante de una de estas escapadas lejos de los ojos de mi madre que el me dio mi primera daga y dijo:
— “¡Miela, tu debes saber como defenderte! Aún encerrada en un palacio, tu debes ser capaz de proteger tu vida y la de tus hijos. ¡El Gran Enjambre nos enseño aquello! ¡Así que toma esta daga, aprende como usarla y llevarla contigo todo el tiempo!
¡Aquellas dos horas diarias fueron mi salvación!”
Y cuan orgullosa me sentí cuando pude derrotar a mi hermano en un duelo de entrenamiento.»

    La Karae, como si se hubiera transformado en una niña por un breve momento, sonrió enfrente de su damas de compañía antes de contenerse y retomar su formal elegancia.
«En 2544, las cosas comenzaron a cambiar. Primero, con el nacimiento de mi hermano menor. El tardío embarazo fue difícil para mi madre. Ella realmente nunca lo superó.
    Entonces, en 2545, comenzaron a llegar rumores a los oídos de mi madre. El Karan Yrkanis quería estabilizar a su hijo y cazarlo. El sueño de mi madre estuvo a su alcance. A pesar de su delicado estado, ella insistió en que mi padre me presentara a la Corte. No más escapadas en los bosques de Davae. Con mi madre, yo no me alejaba de Yrkanis y frecuentaba a la corte diariamente. A los tiernos 13 años, aún era una niña, y a pesar de sus esfuerzos alrededor de mi, las procrastinaciones del Karin fueron muy convenientes para mi madre.
    Aún recuerdo aquellos días. Como mi madre nunca había formado parte del ciclo interno de la Karae Lea, tuvo que esforzarse mucho para promocionarme. Todo esto mientras su salud estaba en constante declive.
    Aunque, después de tres largos años, ella finalmente recibió reconocimiento. A la edad de 16, fui presentada a Filira Rodi di Varello quien me admitió en el rango de las jóvenes Matis quienes podrían aspirar a casarse con el Karin. Mucho después me dijo que el había estado muy impresionado con mi habilidad para empuñar dagas.»

    El disgusto de la Karae estalla en una breve carcajada, rozando la corteza.
    «Así, que espero que mi madre no estuviera consciente antes de que Jena la llamara. Porque poco después de mi aceptación, mi madre fue encontrada sin vida en su cama. ¿Fue ello el resultado de un embarazo doloroso?¿O el inicio del cumplimiento de una larga ambición de vida? De cualquier modo, ella se unió a nuestra Diosa antes de que pudiera verme tomar el trono. Después de años, en empezado a creer que la Diosa, su misericordia, nos salvó llamándola antes de tiempo. Porque la convivencia con la Karae Lea habría sido, como mínimo, problemática.
    Entonces, regresé con sus restos a Davae, donde retomé mi vida previa con deleite. Pero yo ya no era una pequeña niña y mi hermano había comenzado a ayudar a mi padre en el manejo de nuestro estatus y su protección. En cuanto al más joven, seguía siendo un niño lleno de vida al que le cuesta encauzarse. Yo no pude encontrar mi lugar, así que mi padre tomó las riendas en sus propias manos. El contrató a un profesor para que me enseñara más acerca del arte de la guerra y me confió para que manejara una porción de tierra que había heredado de mi madre.
    Circularon muchos rumores sobre mi relación con el profesor. Debo aclarar que yo aún no tenía 17 años, que él era joven y tan bello como el día que nace. Era de la nobleza menor, educado en la Corte y de una paciencia infinita. Mi corazón estaba hipnotizado, pero la fuerza de mi primer amor no podía hacer nada contra la lealtad que tenía hacia mi padre, ni, lo confieso, tampoco contra la ambición de mi madre, que a veces brotaba dentro de mí. Aunque era un profesor admirable, siempre fue sólo un profesor, e incluso fue él quien insistió en que yo asistiera al baile de 2550.

    El resto es historia: Maelya intentando asesinar a Karin, el ataque al campamento de los Marauders, la elección de los Nobles y la boda que selló mi destino en 2554

    La noche había invadido el palacio cuando Tamiela calla.



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