De EnciclopAtys
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El joven tonto enamorado que era, sonreí estúpidamente a la hominita con el rostro quemado por el sol del desierto mientras masticaba mi infecta pitanza. “¡No hay tiempo!”, había dicho el maestro curtidor: teníamos que contentarnos con tragar apresuradamente raciones sucias casi militares si queríamos terminar el encargo imperial a tiempo. Y la ausencia de herbívoros no facilitó las cosas. Suspiré de nuevo, sin prestar atención a los susurros que se extendían por todo el campamento de la tribu. Después de un rato, los susurros cesaron de repente. Intrigado, levanté la vista del asqueroso plato que nos obligaban a comer... y por poco evito ahogarme con un bocado particularmente vil de mi ración. | El joven tonto enamorado que era, sonreí estúpidamente a la hominita con el rostro quemado por el sol del desierto mientras masticaba mi infecta pitanza. “¡No hay tiempo!”, había dicho el maestro curtidor: teníamos que contentarnos con tragar apresuradamente raciones sucias casi militares si queríamos terminar el encargo imperial a tiempo. Y la ausencia de herbívoros no facilitó las cosas. Suspiré de nuevo, sin prestar atención a los susurros que se extendían por todo el campamento de la tribu. Después de un rato, los susurros cesaron de repente. Intrigado, levanté la vista del asqueroso plato que nos obligaban a comer... y por poco evito ahogarme con un bocado particularmente vil de mi ración. | ||
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− | + | “Tu trabajo bueno es, curtidor, pero no con respetuosa Naturaleza. Hay detener tu actividad contaminante porque animales ya no quieren beber en Oasis Oflovak y mueren sedientos en desierto. ¡Kamis entristecidos están por estas centenares muertes! ¿Lo entiendes? Hacerlo deberías”. | |
Dos centinelas se pararon majestuosamente frente al maestro curtidor de la tribu de los Rompe Aguas, muy pálidos y nada orgullosos. Los ojos morados que reflejaban una inmensidad insondable miraron al homín con una frialdad poco simpática. | Dos centinelas se pararon majestuosamente frente al maestro curtidor de la tribu de los Rompe Aguas, muy pálidos y nada orgullosos. Los ojos morados que reflejaban una inmensidad insondable miraron al homín con una frialdad poco simpática. | ||
− | + | “Pero... Tenemos plazos muy cortos impuestos por el Palacio de Pyr, y... | |
− | :— | + | :— Silencio hacer, homin, no es agua buena para vida. No vida, no vosotros en Atys. Debes detener tu trabajo hasta que agua buena y potable también sea. De contrario, Ma-Duk decidir castigarlo.” |
− | El pobre maestro curtidor iba perdiendo consistencia como la nieve del bosque bajo el sol del desierto. Casi sentí pena por él, pero entendí que si decidía detener la producción, corríamos el riesgo de perder el mercado, nuestra reputación y muchas otras cosas. Poco después, los kami se marcharon, no sin antes recordarnos nuestros deberes | + | El pobre maestro curtidor iba perdiendo consistencia como la nieve del bosque bajo el sol del desierto. Casi sentí pena por él, pero entendí que si decidía detener la producción, corríamos el riesgo de perder el mercado, nuestra reputación y muchas otras cosas. Poco después, los kami se marcharon, no sin antes recordarnos nuestros deberes de homin hacia ellos. |
− | El día transcurrió | + | El día transcurrió al ralentí, todos deambulando de un plan de trabajo a otro. La presencia de los kami no auguraba nada bueno y oraciones susurradas recorrieron el campamento, como si todos estuvieran esperando el juicio divino. Por la noche, el maestro curtidor reunió a la tribu a la luz de una fogata y anunció su decisión: los trabajos del río no se abandonarían, porque las aguas pronto se purificarían y los herbívoros acabarían regresando, por estúpidos que fueran. Algunos juraron, otros oraron y a algunos incluso se los vio llorar, pero el maestro era el maestro. |
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− | Yo estaba entre los cinco miembros de la Tribu | + | Yo estaba entre los cinco miembros de la Tribu de los Rompe Aguas que se rebelaron contra el maestro curtidor. Todos habíamos exigido el derecho a batirse en duelo contra él para saber si todavía era digno de liderar las operaciones, y él tuvo que concedernoslo, ante el descontento general. Si uno de nosotros ganaba, podíamos hacer lo que queramos y el maestro curtidor sería excluido de la tribu. De lo contrario, seríamos nosotros los que serían expulsados. Los otros cuatro habían fracasado y todas sus esperanzas ahora estaban puestas en mí. Si ganara, se quedarían con la tribu. Si pierdo… estaríamos baneados. Toda la tribu observó la pelea con las manos desnudas. No duró mucho. Resbalé en el suelo sobre una especie de piel bronceada y arrastré a mi adversario ya muy cansado en mi caída, y Ma-Duk sabe cómo, me encontré encima de él. Y por lo tanto encima de miembros de la Tribu. Humillado, el maestro curtidor vació el lugar y mi primera decisión fue detener todos los trabajos del río. Lástima si llevamos atrasos pero los Kamis no deben estar descontentos. |
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− | + | Al final, el pedido se cumplió con sólo unas semanas de retraso y mi tribu fue recompensada generosamente. Desde entonces mantenemos excelentes relaciones con el Palacio Imperial en todo lo relacionado con el cuero. Espero que mi hijo Boeseus sea mi digno sucesor. | |
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Revisión actual del 17:14 10 mar 2025
La Tribu de los Rompe Aguas
Cubo de ámbar entregado por el senador Abycus Zekops
al akenak Na-Tara sobre la tribu de los Rompe Aguas en 2545
““Trabaja en esta piel, muchacho, no está lo suficientemente limpia para mi gusto”, dijo el maestro curtidor, escupiendo en el río con un gesto poco elegante.
Y mientras se alejaba del abrevadero murmuró: “¡Y da prisa, chico, no tenemos todo el día, por todos kamis sin pelo! ¡No faltaria mas que uno de esos chulos Trykers buenos para nada venga y te patee el trasero robándote tus elegantes!”
Estaba empezando a ser un hermoso día. La fresca mañana presagió una tarde abrasadora en el calor opresivo del desierto, lo que favoreció mi trabajo como aprendiz de curtidor de la Tribu Rompe Aguas. Pero el calor significa sed, y los herbívoros pronto llegarían en masa al abrevadero. Y quien dice herbívoros dice depredadores... Pero por ahora bastaba con no pensar en ello. Trabajé sobre la misma piel de varinx durante más de dos horas, frotándola con virutas de madera de tama. Al cabo de estas dos horas, ya pasadas, no sólo la piel no era tan “perfecta” como quería el maestro curtidor, sino que mi provisión de virutas para el día estaba casi agotada, sin mencionar las astillas que recogía en la palma de mi mano. En cuanto al agua del oasis, empezaba a ensuciarse seriamente y, por tanto, a ser inutilizable. Entonces, cuando sonó la llamada de la pausa tuve un momento de pánico: después de la pausa, el maestro curtidor volvía a verme y como mi trabajo no había avanzado nada, se alegraba mucho de subirme los pantalones.
Habían pasado dos semanas desde que recibimos esta orden del palacio imperial de rehacer el dormitorio del pequeño Dexton. Alfombra de noche de piel de varinx. Pero no el modelo estándar, ni tampoco el modelo básico, por supuesto. Y, cuando no se trataba de pedidos de productos de lujo como los que teníamos que producir esta vez, el Imperio nos encargaba armaduras pesadas. Pero esa mañana se me escaparon más de un suspiro al mirar el estado de la piel sucia que me había caído encima. No podía llegar a ninguna parte con estas pieles de varinx, sin mencionar las manchas de grasa en el abrigo. Y todo para una misión que debe cumplirse rápidamente. Toda la tribu había estado ocupada durante las últimas dos semanas. Colgaduras, ropa de todas las tallas, alfombras varias… Todo había que hacerlo por un ser que un día sería el Emperador del pueblo Fyros, nuestro Emperador. Y cada día el agua estaba un poco más sucia, marrón, y el aire un poco menos respirable... el viento no ayudaba. Algunos decían que la tormenta iba a estallar. Todavía lo estoy esperando.
La tarde, como era de esperar, fue calurosa y abrasadora. Pero nada podría haberme impedido terminar mi dolorosa tarea después de la violenta corrección ofrecida gentilmente entre dos ganchos por las manos del maestro curtidor. ¡Generoso con sus golpes, lo era! Finalmente logré limpiar la piel adecuadamente, como era necesario, y, orgulloso de mi trabajo, levanté la cabeza para observar las manadas de herbívoros bebiendo a la orilla del agua. Pero ahí nada. Nada de nada. Ni la sombra de un herbívoro. Sin embargo, la luz del día estaba alta en el cielo y el ganado debería haber estado allí. Sí, pero no. Más tarde me sorprendería no haber visto tampoco ningún depredador. Extraño…
“Hola Xerc”, dijo mi amiga matis de dos años de Jena, mi menor, “¿te diste cuenta? ¡Tres días desde que vimos un herbívoro o un devorador de bodoc! ¡Apuesto que el Ma-Duk, bueno, va a caer sobre nosotros!”
El joven tonto enamorado que era, sonreí estúpidamente a la hominita con el rostro quemado por el sol del desierto mientras masticaba mi infecta pitanza. “¡No hay tiempo!”, había dicho el maestro curtidor: teníamos que contentarnos con tragar apresuradamente raciones sucias casi militares si queríamos terminar el encargo imperial a tiempo. Y la ausencia de herbívoros no facilitó las cosas. Suspiré de nuevo, sin prestar atención a los susurros que se extendían por todo el campamento de la tribu. Después de un rato, los susurros cesaron de repente. Intrigado, levanté la vista del asqueroso plato que nos obligaban a comer... y por poco evito ahogarme con un bocado particularmente vil de mi ración.
“Tu trabajo bueno es, curtidor, pero no con respetuosa Naturaleza. Hay detener tu actividad contaminante porque animales ya no quieren beber en Oasis Oflovak y mueren sedientos en desierto. ¡Kamis entristecidos están por estas centenares muertes! ¿Lo entiendes? Hacerlo deberías”.
Dos centinelas se pararon majestuosamente frente al maestro curtidor de la tribu de los Rompe Aguas, muy pálidos y nada orgullosos. Los ojos morados que reflejaban una inmensidad insondable miraron al homín con una frialdad poco simpática.
“Pero... Tenemos plazos muy cortos impuestos por el Palacio de Pyr, y...
- — Silencio hacer, homin, no es agua buena para vida. No vida, no vosotros en Atys. Debes detener tu trabajo hasta que agua buena y potable también sea. De contrario, Ma-Duk decidir castigarlo.”
El pobre maestro curtidor iba perdiendo consistencia como la nieve del bosque bajo el sol del desierto. Casi sentí pena por él, pero entendí que si decidía detener la producción, corríamos el riesgo de perder el mercado, nuestra reputación y muchas otras cosas. Poco después, los kami se marcharon, no sin antes recordarnos nuestros deberes de homin hacia ellos.
El día transcurrió al ralentí, todos deambulando de un plan de trabajo a otro. La presencia de los kami no auguraba nada bueno y oraciones susurradas recorrieron el campamento, como si todos estuvieran esperando el juicio divino. Por la noche, el maestro curtidor reunió a la tribu a la luz de una fogata y anunció su decisión: los trabajos del río no se abandonarían, porque las aguas pronto se purificarían y los herbívoros acabarían regresando, por estúpidos que fueran. Algunos juraron, otros oraron y a algunos incluso se los vio llorar, pero el maestro era el maestro.
Yo estaba entre los cinco miembros de la Tribu de los Rompe Aguas que se rebelaron contra el maestro curtidor. Todos habíamos exigido el derecho a batirse en duelo contra él para saber si todavía era digno de liderar las operaciones, y él tuvo que concedernoslo, ante el descontento general. Si uno de nosotros ganaba, podíamos hacer lo que queramos y el maestro curtidor sería excluido de la tribu. De lo contrario, seríamos nosotros los que serían expulsados. Los otros cuatro habían fracasado y todas sus esperanzas ahora estaban puestas en mí. Si ganara, se quedarían con la tribu. Si pierdo… estaríamos baneados. Toda la tribu observó la pelea con las manos desnudas. No duró mucho. Resbalé en el suelo sobre una especie de piel bronceada y arrastré a mi adversario ya muy cansado en mi caída, y Ma-Duk sabe cómo, me encontré encima de él. Y por lo tanto encima de miembros de la Tribu. Humillado, el maestro curtidor vació el lugar y mi primera decisión fue detener todos los trabajos del río. Lástima si llevamos atrasos pero los Kamis no deben estar descontentos.
Al final, el pedido se cumplió con sólo unas semanas de retraso y mi tribu fue recompensada generosamente. Desde entonces mantenemos excelentes relaciones con el Palacio Imperial en todo lo relacionado con el cuero. Espero que mi hijo Boeseus sea mi digno sucesor.
— Memorias de Fyre, de Xercus Xalon, de la tribu Rompe Aguas.