Diferencia entre revisiones de «La Guerra relámpago para la Fuente Oculta»

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De pie en lo alto de un espolón rocoso, Rocho di Anichio, el jefe de los Primeros Desertores renegados, sonrió fríamente. Esta banda desordenada no tendría ninguna oportunidad contra sus guerreros entrenados y los de sus aliados. Su mirada vagó por la llanura debajo de las estribaciones de la región de Fuente Oculta y los aproximadamente treinta homins que vinieron corriendo hacia su posición.
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Sonriendo, vio su patético primer intento de ataque. Eran indisciplinados como una manada de yubos en pánico. Salvaje e impetuosos, los combatientes se apresuraron hacia adelante, dejando a sus magos muy atrás y fuera del alcance de cualquier intento de curación. Casi tuvo que reírse. Qué increíblemente vergonzoso para "Su Alteza Yrkanis", el Bastardo, que esa alimaña fuera su única línea de defensa.
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Observó como los guerreros corrían ferozmente contra las tropas merodeadoras. Y sí, incluso lograron hacer una pequeña brecha en las filas de la infantería. Pero para los magos de batalla bien entrenados aquí en los acantilados, no eran más que unas pocas moscas que aplastar.
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Burbujeantes balas de ácido sisearon y salpicaron en el campo de batalla. Tintineante y amargo frío estalló de las manos de otros Magos y envolvió a los atacantes en hielo tan grueso como las piernas de un shala. Disfrutaba viendo a los Magos. Cómo sus movimientos disciplinados y bien practicados canalizaban el jugo y así convocaban a los elementos. Ni una palabra pasó por sus labios, solo sus movimientos murieron.
 
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Debout sur un affleurement rocheux, Rocho di Anichio, le chef des Bagnards renégats, sourit froidement. Cette bande de loqueteux n'aurait aucune chance contre ses guerriers entraînés et ceux de ses alliés. Son regard se porta sur la plaine située sous les contreforts de la Source Cachée et sur les quelques trente homins qui s'approchaient de sa position.
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Un froid glacial s'échappait des mains des autres mages, enveloppant les attaquants dans une glace aussi épaisse que les jambes d'un shala. Ah, il aimait regarder les mages à l'œuvre. Comment leurs mouvements assidûment pratiqués et disciplinés canalisaient la sève et invoquaient les éléments par son entremise. Pas un mot ne passait leurs lèvres, leurs seuls mouvements suffisaient à tuer.
Souriant, il observa leur pathétique première tentative d'attaque. Ils étaient aussi indisciplinés qu'un troupeau de yubos paniqués. Sauvages et impétueux, les combattants chargeaient sans réfléchir en laissant leurs mages loin derrière, se mettant ainsi hors de portée de toute tentative de soins. Il avait presque envie de rire. C'était incroyablement embarrassant pour "Son Altesse Yrkanis", le bâtard, que de telles vermines soient sa seule ligne de défense.
 
Il vit les guerriers atteindre puis frapper férocement let troupes de Maraudeurs. Et oui, ils réussirent même à ouvrir une petite brèche dans les rangs de l'infanterie. Mais pour les mages de combat bien entraînés, ici sur les falaises, ils n'étaient rien de plus que quelques mouches à écraser.
 
Des projectiles d'acide bouillonnant sifflaient et se répandaient sur le champ de bataille. Un froid glacial s'échappait des mains des autres mages, enveloppant les attaquants dans une glace aussi épaisse que les jambes d'un shala. Ah, il aimait regarder les mages à l'œuvre. Comment leurs mouvements assidûment pratiqués et disciplinés canalisaient la sève et invoquaient les éléments par son entremise. Pas un mot ne passait leurs lèvres, leurs seuls mouvements suffisaient à tuer.
 
 
Oui, il aimait ça. Mais il aimait encore plus le combat rapproché. Là aussi, c'étaient les mouvements qui décidaient de la vie et de la mort, mais leur danse était totalement différente.
 
Oui, il aimait ça. Mais il aimait encore plus le combat rapproché. Là aussi, c'étaient les mouvements qui décidaient de la vie et de la mort, mais leur danse était totalement différente.
 
Un guerrier se lança et réussit à percer les rangs de ses défenseurs. La magie libérée pour le protéger des sorts mauvais perlait, comme de l'eau, sur la bulle invisible qui l'entourait. Oui, il avait entendu parler de ça. Certains homins pouvaient temporairement annuler toute magie proche d'eux en concentrant la sève qu'ils portaient.
 
Un guerrier se lança et réussit à percer les rangs de ses défenseurs. La magie libérée pour le protéger des sorts mauvais perlait, comme de l'eau, sur la bulle invisible qui l'entourait. Oui, il avait entendu parler de ça. Certains homins pouvaient temporairement annuler toute magie proche d'eux en concentrant la sève qu'ils portaient.

Revisión del 15:09 2 jun 2021


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La última edición fue de Zorroargh el 02.06.2021

de:Der kurze Krieg um die Versteckte Quelle
en:The short war for the Hidden Source
es:La Guerra relámpago para la Fuente Oculta
fr:La guerre éclair pour la Source Cachée
 
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¡Traducción que tiene que ser revisada!
¡No culpes a los contribuyentes, pero ayúdalos! 😎
Texto de referencia (Texto actualizado, utilizado como referencia) :
Notas :
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Los eventos reportados aquí, como tantos otros registrados en mis archivos, ocurrieron hace mucho tiempo y no puedo garantizar que todo lo que sigue describa con precisión su curso. Como, sin embargo, mantuve mis registros diligentemente en ese momento, espero que lo encuentren útil o, al menos, interesante.

一━══ ⧼⧽ ══━一

Mientras me dirigía a la batalla venidera, las paredes de mi casco Kara-Parok hicieron eco de mi oración:«Oh Jena, mantén todas nuestras semillas en Tus Manos y deja que Tu Aliento fortalezca nuestras almas. Danos la fuerza para sobrevivir a este peligro y seguir sirviéndote.»
«Estos Merodeadores están verdaderamente magníficamente equipados y entrenados», este fue el pensamiento que cruzó mi mente mientras examinaba las primeras fortificaciones erigidas por ellos en las laderas que constituyen la rampa a la Fuente Oculta. En pocos días, las tropas enemigas habían logrado construir y fortificar defensas formidables.
La rampa que se elevaba desde el área del Montículo de la Disidencia estaba bloqueada por dos torres, y un gran número de soldados con armadura negra hacían guardia en el camino a la estepa.
Me volví para mirar las caras de mis compañeros de armas. Nuestro grupo consistía de unos treinta a cuarenta homins, mitad Matis mitad Trykers, con los pocos raros Fyros y (aún más raros) Zorai que habían elegido luchar junto a nosotros. La mayoría parecía confiada y valiente, pero yo sabía que algunos, como yo, luchaban por mantener su confianza a la vista de las fuerzas enemigas y escondían su miedo bajo sus cascos.
Éramos pocos. Tal vez demasiado poco. Esperé y oré por tener fuerzas para enfrentar a nuestros enemigos.
Teníamos información de que iba a tener lugar un ataque paralelo al nuestro, lanzado desde el Desierto Ardiente por los Zorai y los Fyros, pero no sabía si estos contingentes eran más numerosas que la pequeña fuerza Matis que se había reunido ese día. Si bien era una colección de homins verdaderamente valientes y grandes guerreros, éramos dolorosamente pocos.
Sin embargo, unos pocos estaban dispuestos a enfrentar al enemigo y hacer todo lo posible para defender su libertad ganada con tanto esfuerzo.
Este pensamiento me dio la fuerza que estaba buscando y caminé con la cabeza en alto. Nos habíamos enfrentado a los kitins y habíamos derrotado. Nos habíamos enfrentado a cosas peores.
Odiaba luchar contra otros homins, pero para proteger a mi gente y a los homins de las Nuevas Tierras, tenía que hacerlo. Hice un juramento al rey Yrkanis y lo mantendría.
Lentamente, nuestro pequeño grupo de guerreros cruzó la llanura frente a los escarpados acantilados que rodeaban la altiplanicie donde estaba el enemigo. Vimos su fuerza, su poder ... y me estremecí.
Ellos también nos vieron.
Gritaban, se reían y se burlaban de nosotros.
Apuntaron con el dedo a la pequeña y patética tropa de guerreros que las Nuevas Tierras habían levantado. No, nunca podría ser una amenaza seria para su ejército.

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De pie en lo alto de un espolón rocoso, Rocho di Anichio, el jefe de los Primeros Desertores renegados, sonrió fríamente. Esta banda desordenada no tendría ninguna oportunidad contra sus guerreros entrenados y los de sus aliados. Su mirada vagó por la llanura debajo de las estribaciones de la región de Fuente Oculta y los aproximadamente treinta homins que vinieron corriendo hacia su posición.
Sonriendo, vio su patético primer intento de ataque. Eran indisciplinados como una manada de yubos en pánico. Salvaje e impetuosos, los combatientes se apresuraron hacia adelante, dejando a sus magos muy atrás y fuera del alcance de cualquier intento de curación. Casi tuvo que reírse. Qué increíblemente vergonzoso para "Su Alteza Yrkanis", el Bastardo, que esa alimaña fuera su única línea de defensa.
Observó como los guerreros corrían ferozmente contra las tropas merodeadoras. Y sí, incluso lograron hacer una pequeña brecha en las filas de la infantería. Pero para los magos de batalla bien entrenados aquí en los acantilados, no eran más que unas pocas moscas que aplastar.
Burbujeantes balas de ácido sisearon y salpicaron en el campo de batalla. Tintineante y amargo frío estalló de las manos de otros Magos y envolvió a los atacantes en hielo tan grueso como las piernas de un shala. Disfrutaba viendo a los Magos. Cómo sus movimientos disciplinados y bien practicados canalizaban el jugo y así convocaban a los elementos. Ni una palabra pasó por sus labios, solo sus movimientos murieron.

Lylanea Vicciona, Ranger, Bardo de las Cuatro Naciones

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No todavía traducido
-- Zo'ro-Argh Woren Siloy 15:20 1 jun 2021 (CEST)


Un froid glacial s'échappait des mains des autres mages, enveloppant les attaquants dans une glace aussi épaisse que les jambes d'un shala. Ah, il aimait regarder les mages à l'œuvre. Comment leurs mouvements assidûment pratiqués et disciplinés canalisaient la sève et invoquaient les éléments par son entremise. Pas un mot ne passait leurs lèvres, leurs seuls mouvements suffisaient à tuer.
Oui, il aimait ça. Mais il aimait encore plus le combat rapproché. Là aussi, c'étaient les mouvements qui décidaient de la vie et de la mort, mais leur danse était totalement différente.
Un guerrier se lança et réussit à percer les rangs de ses défenseurs. La magie libérée pour le protéger des sorts mauvais perlait, comme de l'eau, sur la bulle invisible qui l'entourait. Oui, il avait entendu parler de ça. Certains homins pouvaient temporairement annuler toute magie proche d'eux en concentrant la sève qu'ils portaient.
Voyons combien de temps celui-ci tiendrait. Car une telle aura n'offrait en revanche aucune protection contre les épées et les coups de pistolet.
Alors que le combat se rapprochait, il reconnut les lignes épurées d'une armure féminine.
Une Matisse, à en juger par sa silhouette. Portant une armure de couleur ambre finement travaillée. Elle se rua le long de la pente puis se dirigea vers sa position avec une grâce légère. Elle esquiva habilement les épées de plusieurs guerriers et évita la plupart des balles des fusiliers. Certaines ricochèrent ou se fichèrent dans son armure. Elle visait probablement à distraire les mages, ou même à les tuer, afin que ses compagnons en contrebas puissent approcher plus aisément la mêlée. De fait, elle parvint à s'approcher à quelques pas de lui et un mage périt sous les coups de son épée. Mais tout fut fini pour elle peu après. Elle n'avait aucune chance, ou presque, de réussir.
Plusieurs mages tournèrent leurs sorts contre elle et elle est tomba bientôt, dans un cri, sous l'assaut soudain d'énergie mortelle.
Calmement, il s'approcha pour l'observer.
Elle gisait, molle, traversée seulement de spasmes légers. Jusqu'alors, son casque et son armure étaient demeurés quasi inentamés, mais le puissant sort d'onde de choc qui l'avait frappée pour finir avait dû briser tous les os de son corps alors que son aura protectrice s'affaiblissait avant de disparaître tout à fait.
Un mince filet de sang suintait de son casque. À l'agonie, elle toussa alors qu'il se penchait sur elle pour tenter de distinguer quelque chose à travers les fentes de son casque. Des yeux ambrés, pleins de rage et de douleur, étincelaient à l'intérieur. Elle avait probablement reconnu le sceau d'officier qu'arborait son armure et les couleurs de sa tribu.
« Toi… Sale bâtard ! Tu es à moi ! » cracha-t-elle dans un flot de sang.
Une soudaine vague d'amusement déclencha son rire devant le visage ravagé de la jeune homine.
« Ha ! Ha ! Ha ! Pour l'instant, ton corps mourant appartient à mes soldats, petite Matisse. Ne vois-tu que ta pathétique troupe n'a aucune chance ? dit-il, railleur.
Je t'aurai… un jour. Je le jure… par le Souffle du Dragon ! » fut la réponse étouffée, chargée de souffrance, qui sortit du casque.
Jure tant que tu veux. Tu as déjà perdu. »
Il donna un coup de pied vicieux dans son flanc frissonnant et se retourna pour observer encore le champ de bataille et faire face à ses troupes.
En riant, il s'exclama : « Regardez camarades. C'est tout ce que le grand royaume a à offrir contre vous ! Pas étonnant qu'il ait été si facile d'attaquer et dévaliser les marchands juste sous son nez ! »
Ses soldats riaient et applaudissaient. À leurs pieds gisaient les corps déchiquetés des quelques imbéciles qui s'étaient opposés à eux.
Ah, comme il appréciait ces moments. C'était une bonne idée de s'allier avec Akilia et les autres. Bien qu'il se méfiât de ce Zoraï à la tête de gland.
Un scintillement dans l'air tira son regard vers le sol. La Matisse avait disparu.
Elle était donc allée se réfugier dans les bras de Jena qui l'avait ranimée au sanctuaire, là-bas, loin au sud. Bah, qu'il en soit ainsi.
Un à un, les autres guerriers tombés disparurent, eux aussi, du sol gorgé de sang.
Il aurait été surpris qu'ils soient assez stupides pour réessayer.

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Je suis revenue à moi au sanctuaire de la Karavan qui, dans le Tertre de la Dissidence, surplombe le vortex le reliant aux Primes Racines.
Tout mon corps me faisait souffrir et même la bénédiction de Jena ne parvenait pas à me faire oublier l'horreur des dernières minutes. En gémissant, je me suis levée et j'ai hasardé quelques pas chancelants ; j'ai pris une grande inspiration et l'odeur de moisi et d'amertume des Primes Racine exhalée par l'énorme brèche dans l'écorce derrière moi m'a piqué le nez. Cela m'a aidé à me vider la tête.
En commençant à bouger, j'ai eu l'impression que certains de mes os et de mes muscles étaient encore en train de se ressouder. Ma santé n'était certainement pas à son apogée. Je me suis détendue du mieux que j'ai pu et j'ai laissé le rythme de la course dissiper les dernières douleurs et vertiges qui me saisissaient, comme chaque fois que je je recourais à la bénédiction restauratrice de la Déesse. Loin devant moi, je voyais d'autres homins retourner au pas de course vers le lieu de la bataille.
Tous savaient que s'ils échouaient, le royaume serait voué au désastre.
Nous nous sommes à nouveau rassemblés au pied du chemin étroit et escarpé menant au plateau. Nos attaques précédentes, sauvages et non coordonnées, avaient certes causé une brèche dans les défenses des Maraudeurs, mais maints d'entre eux garnissaient encore les tours ou se dissimulaient dans le terrain impraticable derrière celles-ci.
Cette fois, nous avons procédé de manière plus coordonnée. Lentement et avec détermination, nous avons éliminés un à un les divers groupes de défenseurs et, même si parfois j'étais victime des sorts de l'ennemi, un camarade était toujours là pour me remettre sur pied grâce à sa magie. Le combat était difficile, mais finalement nous avons atteint le haut de la rampe et avons pu pénétrer plus profondément dans la région.
Au loin, j'aperçus quelques homins en fuite et je suis sûre d'avoir reconnu parmi eux l'armure rouge de mon tourmenteur précédent. Le lâche avait manifestement préféré battre en retraite, plutôt que de nous affronter. Me frapper quand j'étais à terre et à sa merci. Méprisable. Et s'allier avec les Maraudeurs, un acte odieux de trahison.
J'ai suivi les autres homins alors qu'il couraient plus avant dans la steppe, prête pour un combat soutenu et compliqué. Les kitins mauvais arpentaient toujours l'herbe sèche et cuttlers et autres torbaks guettaient toujours à l'abri des buissons ou masqués par les dunes. Mais notre petit groupe a continué son chemin sans se décourager.
Finalement, cependant, nous sommes tombés sur un spectacle qui nous a coupé le souffle.
Les Maraudeurs avaient vraiment fait un travail effrayant. Autour du Poste-Frontière de la Gorge de Berello, d'autres tours fortifiées avaient été érigées, des étables avaient été construites et des huttes grossières se dressaient les unes à côté des autres, où une armée entière nous attendait de pied ferme.
C'est ce à quoi nous étions confrontés.
Des guerriers supérieurs en nombre, au moins trois contre un des nôtres.
Un murmure parcourut nos rangs. Comment pourrions-nous jamais vaincre une si énorme armée ?
Mais il était trop tard pour toute délibération.
Une escouade se détacha du gros de l'armée pour se précipiter sur nous. Nous n'eûmes d'autre choix que de nous défendre.
La bataille fut féroce. Les unités de Maraudeurs se jetaient sur nous par vagues successives.
Mais nous sommes restés inébranlables. Nous avons tenu notre position et avons même avancé peu à peu, au ralenti.
C'était là sans conteste le fruit d'une intervention divine. Jena a guidé nos mains, nous a donné force et courage et plus d'une fois durant le combat, j'ai crié ma foi en Jena, en mon roi et en ma patrie : « Jena Ayie ! Yrkanis Ayie ! Matia Ayie ! »
Puis soudain, les rangs de l'ennemi se sont gonflés. Leur nombre menaçait de nous submerger. Nous combattîmes alors avec un courage décuplé par le désespoir. Au milieu du grand camp, cernés de guerriers ennemis. Les armures de ceux fraîchement arrivés portaient la marque de Sirgio le Scélérat, le bandit dont le camp se dresse à mi-chemin du Désert Ardent. Lui et ses cohortes avaient rejoint les autres Maraudeurs dans cette bataille. Mais, il fallait s'y attendre. Les opportunistes ne sont jamais loin de là où il y a du profit à faire.
Un coup d'épée manqua de peu mon ventre, et ma contre-attaque fut parée par le vif guerrier Tryker que j'affrontais. Dans la mêlée, je vis alors comme à un éclair de chaleur traverser l'espace au-dessus des collines barrant au loin la steppe. Puis une boule d'énergie bleue incandescente traça son chemin dans le ciel en un arc haut et crépitant. Elle explosa bientôt au milieu d'un groupe de fusiliers maraudeurs retranchés derrière les hauts plis d'écorce sèche ceinturant l'avant-poste. La foudre passa de l'un à l'autre et plus loin encore. Trépignant, les homins tombaient au sol alors que derrière eux, quelques silhouettes sauvages escaladaient la pente. Armes verrouillées et sauvagement absorbées dans la danse de la magie.
« Ce sont les Fyros et les Zoraï ! » m'exclamai-je. Une courte acclamation s'éleva parmi les homins qui se battaient pour Matia.
Avec un courage renouvelé, nous nous sommes jetés à nouveau dans la bataille. Les Maraudeurs étaient désespérés. Mais, surgirent alors parmi eux plusieurs animaux modifiés. Qui atteignaient des tailles énormes et se montraient beaucoup plus agressifs que leurs cousins normaux.
Le diabolique alchimiste Muang Hoi-Gi avait fait cause commune avec les ennemis des nations homines ! Ses abominations prirent maints d'entre nous au dépourvu et ce n'est pas sans mal que parvînmes à nous en rendre victorieux.
Les grands gingos enragés élevés par l'étrange Fyra nommé Mezix se lancèrent eux aussi dans la bataille. Mais ils n'étaient pas aussi nombreux que l'on aurait pu s'y attendre. Le raid sur le camp de Mezix, quelques semaines auparavant, avait probablement contribué à réduire leur nombre.
De temps en temps, j'entendais le cri de guerre féroce de tel ou tel ennemi homin : « Akilia ! » . Elle était donc là, elle aussi, quelque part. Puis, dans le vacarme de la bataille, j'ai entendu des cris de colère et des malédictions visant l'alchimiste zoraï. Comme je l'ai su plus tard, Muang avait quitté l'alliance lorsque il lui était apparu que les combattants des nations des Nouvelles Terres prenaient le dessus. Akilia elle-même était censée avoir dit quelque chose sur le fait que cette bataille était un test.
Pour quoi faire ?
Une fois de plus, la question autorise toutes les spéculations.

一━══ ⧼⧽ ══━一

Pour finir, les homins reconquirent la région de la Source Cachée.
La menace de l'ennemi du passé était une fois de plus écartée. La bataille avait été gagnée, mais la guerre était bien loin d'être terminée.
L'ex-Sénateur Zelion, traître à l'Empire Fyros, tomba peu après entre les mains de l'armée Fyros. Apparemment, ses alliés n'avaient plus besoin de lui.
Cependant, je suis demeurée convaincue que l'Empire abritait, quelque part, un autre traître.
Rocho Valerio et ses Bagnards étaient un problème auquel le royaume Matis allait devoir faire face. Muang menaçait toujours tous les homins, et l'étrange Nung Horongi avait été livré aux Trykers, car plusieurs indices leur suggéraient son implication dans l'assassinat du gouverneur Still Wyler.
Les mois et années de Jena à venir ne seraient certainement pas faciles pour les homins des Nouvelles Terres. Mais, comme les trente courageux guerriers ayant tenu tête ce jour-là à une force supérieure, les quatre peuples des Nouvelles Terres se battraient pour la maîtrise de leur destin !

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Última versión 2022-05-31•