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| − | + | Durante días y noches, los homins lucharon en nombre de Jena y Ma-Duk. La línea de batalla fluctuaba, cada bando ganaba por un instante antes de retirarse bajo el peso de una contraofensiva. Mientras tanto, los perforadores llenaban sus bolsas de conchas, resinas y madera de Aelius. La presencia de los kitins hacía su tarea extremadamente peligrosa. Algunos combatientes permanecieron fuera de la línea del frente y repelieron los ataques kitin. Afortunadamente, esta intrusión homin no provocó ninguna reacción por parte de los kitins. | |
| − | + | Cargados de materias primas, los recolectores regresaron a las obras y confiaron su preciado cargamento a los maestros artesanos. Este último distribuyó los materiales a los artesanos, que en sus manos se convirtieron en las piezas de los futuros templos. La alegría y el orgullo llenaron los corazones de los héroes. Las estelas creadas por los dioses preservarían para siempre sus nombres, salvándolos del olvido y la nada en la que se hunden los homins comunes. | |
| − | La alegría y | + | La alegría y el orgullo no fueron compartidos por todos. Algunos homins sintieron repugnancia por el sufrimiento y la muerte causados por la disputa divina. Estos desafortunados se lamentaron al ver su sueño de hermandad universal destrozado por la voluntad divina. En ese momento de desesperación, Tryton envió emisarios. Pero el mensaje entregado despertó ira y exasperación, y fue acallado por gritos y recriminaciones. Tryton advirtió a los homins una vez más contra Jena y Ma-Duk. También afirmó que mientras estos dos poderes lucharan entre sí, la esperanza permanecería con los homins. Pero si uno prevalecía, los homins quedarían esclavizados para siempre… Así que [[Tryton]] pidió a los homins que participaran en la lucha para mantener vivo el equilibrio de poder y la esperanza… |
| − | + | Tiempo después, los yacimientos de las [[Dunas de Elio]] comenzaron a agotarse. Los homins aún estaban lejos de haber terminado las partes de los templos que se construirían con los recursos extraídos de las Dunas. Sin embargo, ambos bandos estaban igualados; ninguna facción había logrado imponerse a la otra. Impresionados por la devoción de sus seguidores, tanto Jena como Ma-Duk los ayudaron. ¡La intervención divina vio multiplicarse las piezas destinadas a construir los templos! ¡Este milagro fortaleció aún más el fervor de los fieles! Era hora de abandonar las Dunas de Elio; la construcción de los templos continuaría en otro lugar, en las tranquilas orillas de un lago olvidado. | |
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Revisión del 10:39 1 oct 2025
“La emoción de ese día fue inmensa para los homins. Una vez más, pisaban la tierra de sus antepasados, unas dunas perdidas en el desierto donde los fyros habían vivido antes de la llegada del gran enjambre. Pero los homins no habían venido a reconquistar esta tierra, ¡y mucho menos a festejar! Los poderes divinos los habían enviado a este lugar para recolectar los recursos necesarios para la construcción de sus templos. Esta recolección causaría un verdadero baño de sangre en las dunas de Aelius.
La construcción de los templos de Jena y los santuarios de Ma-Duk requería las mismas materias primas. En cuestión de minutos, los recolectores kamist competían con los karavaniers por los yacimientos que habían descubierto. Los guerreros tomaron sus armas, los magos invocaron fuerzas sobrenaturales y pronto comenzó una batalla campal.
Durante días y noches, los homins lucharon en nombre de Jena y Ma-Duk. La línea de batalla fluctuaba, cada bando ganaba por un instante antes de retirarse bajo el peso de una contraofensiva. Mientras tanto, los perforadores llenaban sus bolsas de conchas, resinas y madera de Aelius. La presencia de los kitins hacía su tarea extremadamente peligrosa. Algunos combatientes permanecieron fuera de la línea del frente y repelieron los ataques kitin. Afortunadamente, esta intrusión homin no provocó ninguna reacción por parte de los kitins.
Cargados de materias primas, los recolectores regresaron a las obras y confiaron su preciado cargamento a los maestros artesanos. Este último distribuyó los materiales a los artesanos, que en sus manos se convirtieron en las piezas de los futuros templos. La alegría y el orgullo llenaron los corazones de los héroes. Las estelas creadas por los dioses preservarían para siempre sus nombres, salvándolos del olvido y la nada en la que se hunden los homins comunes.
La alegría y el orgullo no fueron compartidos por todos. Algunos homins sintieron repugnancia por el sufrimiento y la muerte causados por la disputa divina. Estos desafortunados se lamentaron al ver su sueño de hermandad universal destrozado por la voluntad divina. En ese momento de desesperación, Tryton envió emisarios. Pero el mensaje entregado despertó ira y exasperación, y fue acallado por gritos y recriminaciones. Tryton advirtió a los homins una vez más contra Jena y Ma-Duk. También afirmó que mientras estos dos poderes lucharan entre sí, la esperanza permanecería con los homins. Pero si uno prevalecía, los homins quedarían esclavizados para siempre… Así que Tryton pidió a los homins que participaran en la lucha para mantener vivo el equilibrio de poder y la esperanza…
Tiempo después, los yacimientos de las Dunas de Elio comenzaron a agotarse. Los homins aún estaban lejos de haber terminado las partes de los templos que se construirían con los recursos extraídos de las Dunas. Sin embargo, ambos bandos estaban igualados; ninguna facción había logrado imponerse a la otra. Impresionados por la devoción de sus seguidores, tanto Jena como Ma-Duk los ayudaron. ¡La intervención divina vio multiplicarse las piezas destinadas a construir los templos! ¡Este milagro fortaleció aún más el fervor de los fieles! Era hora de abandonar las Dunas de Elio; la construcción de los templos continuaría en otro lugar, en las tranquilas orillas de un lago olvidado.
Erlan, Cronista
— en Las Crónicas de Erlan, 2531.