De EnciclopAtys
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− | + | Una noche, mientras pastoreaba a sus animales y se aseguraba de que todos fueran bien tratados, vio a un gubani muy pequeño. Nunca antes había visto a este gubani. No pertenecía a su rebaño. Estaba tendido en la hierba y parecía estar muy sufriendo de algo. Se estaba sacudiendo, luchando contra un daño. Se dio la vuelta. ¿Seria que tenía un aguijón de kirosta clavado en la pierna? En cualquier caso, los Poderes no parecían querer que esta pequeña bestia estuviera bien. | |
− | + | Pero Vao tenía un gran corazón, especialmente para sus animales y para todos los animales en general. Acarició al gubani, retiró delicadamente el aguijón de la pierna y vendó la herida. La llevó suavemente en brazos a su tienda. El animal era tan pequeño que fácilmente encontró un lugar cómodo para él. Preparó una decocción de bayas de jubula y otras hierbas. La dió de beber al gubani. Continuó con este cuidado durante las dos largas semanas que pasó en el pasto con la pequeña bestia y todos los que le fueron confiados. Poco a poco, el gubani parecía sentirse un poco mejor. Ya respiraba con más calma. | |
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Revisión actual del 18:28 6 feb 2023
El pobre Vao mantenía a los gubanis día y noche en los pastos, en algún lugar cerca de una aldea Zorai.
Una noche, mientras pastoreaba a sus animales y se aseguraba de que todos fueran bien tratados, vio a un gubani muy pequeño. Nunca antes había visto a este gubani. No pertenecía a su rebaño. Estaba tendido en la hierba y parecía estar muy sufriendo de algo. Se estaba sacudiendo, luchando contra un daño. Se dio la vuelta. ¿Seria que tenía un aguijón de kirosta clavado en la pierna? En cualquier caso, los Poderes no parecían querer que esta pequeña bestia estuviera bien.
Pero Vao tenía un gran corazón, especialmente para sus animales y para todos los animales en general. Acarició al gubani, retiró delicadamente el aguijón de la pierna y vendó la herida. La llevó suavemente en brazos a su tienda. El animal era tan pequeño que fácilmente encontró un lugar cómodo para él. Preparó una decocción de bayas de jubula y otras hierbas. La dió de beber al gubani. Continuó con este cuidado durante las dos largas semanas que pasó en el pasto con la pequeña bestia y todos los que le fueron confiados. Poco a poco, el gubani parecía sentirse un poco mejor. Ya respiraba con más calma.
Entonces llegó el momento de que Vao regresara a la aldea con su rebaño. Suavemente instaló el gubani en su mochila. Al llegar al pueblo, vio un cartel en la posada. Representaba a un gubani cuyo pelaje era idéntico a la del animalito que había encontrado herido. Después de haber traído a todos los animales de vuelta al establo, alimentarlos y abrevarlos, fue a la posada y le preguntó al jefe qué pasaba con el cartel. El posadero le dice que fue Cho quien lo puso. El gubani se había perdido y era buscándolo.
« ¿Cho ? ¿Por EL Cho ? ¿À Zora ?
— ¡Sí, el Cho ! »
Vao se puso pálido.
Pero a la mañana siguiente, pidió a sus compañeros pastores que lo excusaran por un día: el gubani tenía que ser devuelto. Partió hacia Zora, el pequeña gubani en una mochila. Se presentó al ayuntamiento y fue recibido con mucho escepticismo. Pero al ver al pequeño gubani, le dejaron entrar. Fue admitido por Cho en persona. Los ojos de este último comenzaron a brillar cuando vio al pequeño gubani y una dulce sonrisa apareció en su rostro. Con paciencia, escuchó la historia de Vao, cómo y dónde había encontrado al gubani, y cómo lo había tratado.
Nadie en la asamblea se había enterado de que alguien había tratado a un gubani herido por un aguijón kirosta. Y Cho no podía ser ingrato. ¡Necesitamos gente con tanto talento y con tanto sentido hacia el animal! Así que nombró a Vao como jefe del establo de Zora, para que cuidara de las monturas y de todos los demás animales de Zora a sus órdenes personales. Y Vao estaba sorprendido, pero tan feliz.