“El tiempo es como un río que parece fluir sin fin, hacia un horizonte que siempre se hace retroceder y que ningún mar ahoga jamás. Desde que he podido llegar me parece que siempre ha habido plumas o ámbar para contar a quienes viven lo que vivieron sus antepasados. La larga sucesión de estas historias ha recorrido caminos tortuosos y dolorosos, mil veces interrumpida, pero mil veces retomada por otras manos, hasta el punto de que parece imposible no poder nunca criticar esta vieja memoria que a veces duda. pero siempre recuerda.
A lo largo de mi vida he cuestionado muchas veces este testimonio último e inagotable, y aún me queda mucho por preguntarle. Pero ahora que los años empiezan a doblarme los huesos, siento el deber de confiarle la historia de mi tiempo. Dejar detrás de mis pasos la huella de los Atys que conocí: ¿qué deseo más hermoso podría jamás expresar que el de ver un día mis escritos unirse al alto montón de los de los cronistas? Hoy por fin me atrevo a contar a los demás todo aquello de lo que fui testigo o confidente, y a mi vez escribo algunos capítulos de las Crónicas de Atys.