Fue poco después del gran sismo de corteza en el Nexus, en 2609, cuando conocí a Orphie Dradius. Fue después de que Erin Mac'Cartlann descubriera en su archivo un viejo mapa, lo que nos llevó al Túnel de Desgracias. Había venido a participar en la Asamblea de Rangers que había seguido a la expedición. En aquel momento, me impresionó mucho esta homínida que, a pesar de su edad, mantenía un comportamiento especialmente enérgico y a la vez benévolo. Apenas pude intercambiar unas palabras con ella, pero fueron suficientes para hacerme entender cómo había podido participar en la fundación y desarrollar, con sus compañeros por supuesto, una comunidad tan importante como la de los Rangers.
Como todo el mundo, me había preocupado mucho cuando leí las notas del cartel que nos advertía de su reciente desaparición. Cuando llegué al Círculo de Rangers, no me tranquilizó la palidez de la cara de cansado que tenia Apocamus, y creo que todos los demás sintieron lo mismo. Aun así, la magnitud de la movilización me dio algo de esperanza, y sin demora nos precipitamos al Kitinero para encontrarlo
Al principio la tropa, algo mas que una pandilla desorganizada, exploró la parte más conocida de la cueva, hacia la sala donde los kitins reúnen su ganado. Allí los homins fueron acogidos por una inusual concentración de Kinchers que rápidamente se mezclaron con los residentes habituales del lugar. Los combates fueron encarnizados y las bajas numerosas. A pesar de todo, los homins unidos pudieron explorar las galerías orientales, pero no pudieron salvar los desprendimientos ni los montículos de kitin que las obstruyen. Ni rastro de Orphie... la decepción fue grande.
Armándose de valor, la expedición se dirigió a la sala de los huevos primarios. También en este caso tuvimos que luchar mucho, ya que pasar inadvertidos era imposible. Finalmente, en lo más profundo de la sala de los huevos y tras una cuidadosa búsqueda, encontramos la daga de Orphie. Así que había estado allí. A continuación, pasamos un tiempo considerable destruyendo un montículo de Kitin e intentando despejar el pedregal que cerraba el acceso a las profundidades (incluso me quedé atascado por un peñasco que se deslizó, pero por suerte se me rescataron rápidamente). Finalmente, un poco más tarde descubrimos a Orphie misma, gravemente herida; junto a ella, lo que parecía el enorme aguijón negro de un insecto monstruoso. Reuniendo fuerzas una vez más, subimos a la superficie, Apocamus llevando a su abuela con la mayor delicadeza posible.
Una vez que volvimos al campamento, en ese círculo que tanto le gustaba, intentamos cuidarla para que recuperara la salud; pero sus heridas eran demasiado graves y su semilla de vida se extinguió. Espero al menos que haya sentido, en los brazos de su nieto, el cariño que todos le tenemos teníamos.
¡Su búsqueda final no será en vano, promesa de Ranger! Descubriremos qué criatura nos la arrebató, y no me cabe duda de que, más allá de las diferencias que los dividen, los homines volverán a unirse para esto. Ese es el mayor homenaje que podemos rendirle.
Extracto de las «Memorias de una Ranger experimentada», por Do'ro Thée. |